El Papa, ante la tragedia en Lampedusa: «Es una vergüenza»
«Vergüenza». Ésta era la palabra que le venía a la mente al Papa, al conocer las primeras noticias sobre el nuevo naufragio de inmigrantes en la isla de Lampedusa, la misma a la que Francisco realizó su primer viaje como Papa. Se teme que hayan muerto hasta 200 personas. La condena del Papa ha abierto un debate sobre la egoísta respuesta que Italia y Europa están dando a la tragedia de los inmigrantes
«Me viene la palabra vergüenza; es una vergüenza», decía el Papa Francisco, al recibir a los participantes de unas jornadas sobre el 50 aniversario de la Encíclica Pacem in terris. «No puedo dejar de recordar con gran dolor a las numerosas víctimas del enésimo trágico naufragio ocurrido hoy en las costas de Lampedusa… Recemos juntos a Dios por quienes han perdido la vida, hombres, mujeres y niños, por los familiares y por todos los prófugos ¡Unamos nuestros esfuerzos para que nunca más se vuelvan a repetir semejantes tragedias! ¡Sólo una decidida colaboración de todos puede ayudar a prevenirlas!», decía el Papa.
Este naufragio se suma al ocurrido el 30 de septiembre, cuando 13 personas murieron, después de haber sido arrojados por la borda de su barcaza; no sabían nadar, y no lograron alcanzar la orilla, en medio de un fuerte oleaje.
Las palabras del Papa han servido para lanzar la voz de alarma en Italia, donde se han impulsado una serie de leyes muy restrictivas hacia las personas inmigrantes sin papeles. Entrevistado por Radio Vaticano, el Presidente Giorgio Napolitano calificó el suceso de «horror» esta «sucesión de matanzas de inocentes», y pidió que las reacciones no sólo se limitaran a una condena de lo sucedido. Hacen falta decisiones; de entrada «para cortar el tráfico criminal de seres humanos mediante la cooperación con los países de origen de los migrantes y solicitantes de asilo». Tampoco es «aceptable» mantener a las personas que llegan a las costas europeas retenidos, dijo el Presidente de la República.
«Un grito de angustia que sube hacia el cielo»
Además de condenar la nueva masacre en Lampedusa, el Papa Francisco, citó al próximo santo Juan XXIII, autor de la encíclica Pacem in terris, para lanzar un llamamiento a que se escuche «el grito de angustia que desde todos los rincones de la tierra, de los niños inocentes a los ancianos, de las personas a las comunidades, sube hacia el cielo: Paz, paz!» (Radio Mensaje, 25 de octubre, 1962).
«Era -dijo el Papa Francisco- un grito a los hombres, pero también era una súplica dirigida al Cielo. El diálogo que entonces inició trabajosamente entre los principales bloques llevó, durante el pontificado de otro beato, Juan Pablo II, a la superación de aquella fase y a la apertura de espacios de libertad y de diálogo. Las semillas de la paz lanzadas por el beato Juan XXIII, han dado sus frutos. Sin embargo, a pesar de que hayan caído muros y barreras, el mundo sigue necesitando la paz y la llamada de la Pacem in Terris sigue muy presente».
El Santo Padre explicó también que «el origen divino del hombre es el fundamento de la construcción de la paz».
Además de condenar la nueva masacre en Lampedusa, el Papa Francisco, citó al próximo santo Juan XXIII, autor de la encíclica Pacem in terris, para lanzar un llamamiento a que se escuche «el grito de angustia que desde todos los rincones de la tierra, de los niños inocentes a los ancianos, de las personas a las comunidades, sube hacia el cielo: Paz, paz!» (Radio Mensaje, 25 de octubre, 1962). «Era -dijo el Papa Francisco- un grito a los hombres, pero también era una súplica dirigida al Cielo. El diálogo que entonces inició trabajosamente entre los principales bloques llevó, durante el pontificado de otro beato, Juan Pablo II, a la superación de aquella fase y a la apertura de espacios de libertad y de diálogo. Las semillas de la paz lanzadas por el beato Juan XXIII, han dado sus frutos. Sin embargo, a pesar de que hayan caído muros y barreras, el mundo sigue necesitando la paz y la llamada de la Pacem in Terris sigue muy presente». El Santo Padre explicó también que «el origen divino del hombre es el fundamento de la construcción de la paz».