El Papa clausura el Sínodo: «Tantos se confiesan católicos, pero se han olvidado de ser cristianos y humanos»
Francisco carga contra los que se sienten superiores en la Iglesia y olvidan que «el verdadero culto a Dios pasa por el amor al prójimo»
El Papa Francisco clausuró este domingo el Sínodo de la Amazonía con una Eucaristía en la Basílica de San Pedro. Una celebración que estuvo marcada por la homilía del Pontífice, en la que, aprovechando la parábola del fariseo y publicano que se proclamó en el Evangelio, denunció la actitud de superioridad de algunos grupos católicos que «además de olvidar a Dios, olvida al prójimo; es más lo desprecia».
«¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación –lo hemos visto en el Sínodo cuando hablábamos de la explotación de la creación, de la gente, de los habitantes de la Amazonía, de la trata de personas, del comercio de las personas–. Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonía», afirmó.
Se refirió a la religión del yo que, «hipócrita con sus ritos y oraciones –tantos son católicos, se confiesan católicos, pero se han olvidado de ser cristianos y humanos–», olvida que «el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo». Y continuó: «También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del yo. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque solo sea con palabras. Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure de hablar mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan a Dios. Y hoy providencialmente nos acompañan en esta Misa no solo los indígenas de la Amazonía: también los más pobres de las sociedades desarrolladas, los hermanos y hermanas enfermos de la Comunidad del Arca. Están con nosotros, en primera fila».
Para encontrar la actitud opuesta a la del fariseo, Francisco volvió al Evangelio para referirse a la oración del publicano y también a la primera lectura donde aparece la oración del pobre. Actitudes que muestran a dónde hay que volver: «A sentirnos necesitados de salvación, todos». «Es el primer paso de la religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable. En cambio, la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa. Es tan importante esta actitud de partida que Jesús nos lo muestra con una comparación paradójica, poniendo juntos en la parábola a la persona más piadosa y devota de aquel tiempo, el fariseo, y al pecador público por excelencia, el publicano. Y el juicio se invierte: el que es bueno pero presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta», explicó.
Francisco concluyó diciendo que durante el Sínodo se han podido escuchar las voces de los pobres y reflexionar sobre sus vidas. Personas que, incluso en la fragilidad y la vulnerabilidad, «han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don». Por eso, lamentó las veces que, «también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas». «Recemos para pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia. El grito de los pobres es el grito de esperanza de la Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración, estamos seguros, atravesará las nubes», dijo.