El Papa a los sacerdotes: «No temáis los escenarios complejos. Entre nosotros está el Señor»
Francisco agradece, en una carta a los sacerdotes, que «el distanciamiento social no impidiera fortalecer el sentido de pertenencia, de comunión y de misión», algo que les ayudó «a garantizar que la caridad, especialmente con las personas y comunidades más desfavorecidas, no fuera puesta en cuarentena»
El Papa Francisco ha manifestado una vez más su agradecimiento a los sacerdotes por su labor durante la pandemia. En una carta dirigida al clero de la diócesis de Roma con motivo de la solemnidad de Pentecostés, y ante la imposibilidad de haber celebrado con ellos durante la Pascua la Misa crismal, subraya que durante estos meses de pandemia y confinamiento «habéis visto venir al lobo y no habéis huido ni abandonado el rebaño».
El Santo Padre ha pensado —comparte— escribir esta carta como respuesta a los muchos mensajes y llamadas que ha recibido de sacerdotes durante las pasadas semanas. «Sin poder salir o tener contacto directo, me permitisteis saber “de primera mano” lo que estabais experimentando», valora. Y él ha querido responder para «estar más cerca de vosotros, para acompañaros, compartir y confirmar vuestro camino».
En este acompañamiento, pone de relieve en primer lugar cómo «el distanciamiento social no impidió fortalecer el sentido de pertenencia, de comunión y de misión», algo —asegura— que les ayudó «a garantizar que la caridad, especialmente con las personas y comunidades más desfavorecidas, no fuera puesta en cuarentena». Tampoco «habéis estado mirando por la ventana» el continuo golpe de las pérdidas. Conscientes de que detrás de las estadísticas diarias había personas con su nombre y su historia, «habéis hecho esfuerzos para estar presente y acompañar a vuestras comunidades».
Pasado el momento crítico, ahora como pastores «nos corresponde asumir la responsabilidad del futuro y proyectarlo como hermanos». Después de todo el sufrimiento vivido, «no es fácil encontrar el camino a seguir, y no faltarán las voces que digan todo lo que podría haberse hecho frente a esta realidad desconocida», señala.
Ante esta situación, recuerda una vez más que la pandemia y la salida de la misma no es solo un asunto individual, familiar, de un grupo social específico o de un país: «Las características del virus hacen que desaparezca la lógica con la que solíamos dividir o clasificar la realidad. La pandemia no conoce adjetivos, no tiene límites y nadie puede pensar en salir de esta solo. Todos estamos afectados e involucrados».
Para afrontar este difícil momento, el Pontífice vuelve la mirada a la experiencia de los apóstoles y discípulos el día de Pascua. Como los de Emaús, «también nosotros podemos seguir murmurando entristecidos en el camino». Pero Jesús se hizo presente en su camino, y también en el encierro que vivían sus compañeros en el cenáculo. «Su presencia» en medio del aislamiento y ausencias forzadas «anuncia, para los discípulos de ayer como para nosotros hoy, un nuevo día capaz de cuestionar la inmovilidad y la resignación y de movilizar todos los dones al servicio de la comunidad».
«Con su presencia, el confinamiento se hizo fructífero, dando vida a la nueva comunidad apostólica». En este sentido, ha insistido en que «cada tiempo es adecuado para el anuncio de la paz, ninguna circunstancia está desprovista de su gracia».
Por ello, Francisco invita a los sacerdotes de Roma a «no temer los escenarios complejos en los que vivimos porque allí, entre nosotros, está el Señor; Dios siempre ha realizado el milagro de generar buenos frutos». Y la alegría cristiana —puntualiza— «surge precisamente de esta certeza»: «En medio de las contradicciones y ante la incomprensión a la que tenemos que enfrentarnos todos los días, sumergidas e incluso aturdidas por tantas palabras y conexiones, la voz del Resucitado se esconde y nos dice: “¡La paz sea con vosotros!”».
El Santo Padre comparte su experiencia «de que la persona que ve las cosas como realmente son y se deja atravesar por el dolor y los gritos en su corazón, es capaz de alcanzar las profundidades de la vida y ser verdaderamente feliz. Esa persona es consolada, pero con el consuelo de Jesús y no con el del mundo, para que pueda tener el coraje de compartir el sufrimiento de los demás y dejar de huir de situaciones dolorosas. De esta manera, descubre que la vida tiene sentido para ayudar a otro en su dolor».
Francisco además les recuerda que, como comunidad presbiteral, están llamados «a anunciar y profetizar el futuro» y que la Resurrección «no es solo un evento histórico del pasado para recordar y celebrar; es más, mucho más: es el anuncio de la salvación de un nuevo tiempo que resuena y ya está abriéndose paso hoy, es la venida que el Señor nos llama a construir».
Es por ello que insiste en que si una presencia invisible, silenciosa, expansiva y viral «nos ha puesto en crisis y nos ha conmocionado», deben dejar que «esta otra presencia, discreta, respetuosa y no invasiva nos llame nuevamente y nos enseñe a no tener miedo de enfrentarnos a la realidad».
Al final de su carta, el Papa pide que sea Él, desde su costado herido, quien «nos enseñe a acompañar, sanar y vendar las heridas de nuestro pueblo, no con miedo» sino con las virtudes que refleja el Evangelio. Al mismo tiempo les pide que se dejen «sorprender» por el pueblo fiel y sencillo, muchas veces probado y desgarrado, pero también visitado por la misericordia del Señor: «¡Cuánto hay que aprender de la fuerza del fiel pueblo de Dios que siempre encuentra formas de ayudar y acompañar a los que han caído!».
Vatican News / Redacción