La audiencia general del Papa Francisco para esta semana de Pascua iba a versar, según las previsiones, sobre la alegría de la resurrección y sobre cómo muchas personas buscan al Dios vivo entre «los muertos»: el egoísmo, la cerrazón… Sin embargo, el Santo Padre introdujo su catequesis semanal haciéndose eco del caso de unos trabajadores italianos cuya fábrica está a punto de cerrar, y aprovechó para hacer ver que la fe en el Resucitado ilumina todas las situaciones del día a día y anima a cambiar de vida.
Según relató el Pontífice, la semana pasada recibió un mensaje de unos trabajadores de la empresa Lucchini, de la ciudad italiana de Piombino, enviado antes del cierre de este alto horno. El Papa Francisco afirmó esta mañana que este mensaje le conmovió y le dejó triste: «Queridos trabajadores, queridos hermanos, en vuestros rostros se dibujaba una profunda tristeza y preocupación de padres de familia que piden solo su derecho a trabajar, vivir con dignidad y poder cuidar, alimentar y educar a los propios hijos». Por eso, el Santo Padre les aseguró su oración y los invitó no desanimarse: «El Papa está junto a vosotros y reza por vosotros, para que cuando se apaguen las esperanzas humanas permanezca siempre encendida la esperanza divina que no decepciona nunca». Además, pidió a todos los responsables políticos, sindicales y empresariales de situaciones como esta, «todo esfuerzo de creatividad y generosidad para reencender la esperanza en los corazones de estos nuestros hermanos, en el corazón de todas las personas desempleadas por causa del derroche y de la crisis económica», para, a continuación, alzar la voz y pedirles: «¡Por favor, abrid los ojos y no os quedéis de brazos cruzados!».
Ya en el texto de la catequesis, el Santo Padre habó de la «verdadera alegría, profunda, basada en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere, sino que está vivo y activo en la Iglesia y en el mundo». Además, recomendó meditar las palabras del Evangelio «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?», desde un prisma personal: «Cuántas veces nosotros buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana no estarán más. Las cosas que pasan. ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Necesitamos escucharlo cuando nos encerramos en cualquier forma de egoísmo o de autocomplacencia; cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo; cuando ponemos nuestras esperanzas en las vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito. Entonces la Palabra de Dios nos dice: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué estás buscando allí? Aquello no te puede dar vida; sí, quizás te dé una alegría de un minuto, de un día, de una semana, de un mes, ¿y luego?».
Al final, el Santo Padre concluyó recordando: «¡Tenemos necesidad de escuchar de nuevo y de recordarnos mutuamente la advertencia del ángel! Esta advertencia, ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?, nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza. Aquella esperanza que remueve las piedras de los sepulcros y anima a anunciar la Buena Nueva, capaz de generar vida nueva para los otros. Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el corazón y en la memoria. Y después cada uno responda en silencio: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡Repitámosla! ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Mirad, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo!».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta es una semana de alegría. Celebramos la Resurrección de Jesús. Es una verdadera alegría, profunda, basada en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere, sino que está vivo y activo en la Iglesia y en el mundo. Esta certeza habita en el corazón de los creyentes desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron a la tumba de Jesús y los ángeles les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24, 5) ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Estas palabras son como una piedra miliar en la historia; pero también una «piedra de tropiezo» si no nos abrimos a la Buena Noticia, ¡si creemos que nos causa menos molestia un Jesús muerto que un Jesús vivo!
En cambio, cuántas veces en nuestro camino diario necesitamos que nos digan: «¿Por qué estás buscando entre los muertos al que está vivo?» ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Y cuántas veces nosotros buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana no estarán más. Las cosas que pasan. ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Necesitamos escucharlo cuando nos encerramos en cualquier forma de egoísmo o de autocomplacencia; cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo; cuando ponemos nuestras esperanzas en las vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito. Entonces la Palabra de Dios nos dice: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» ¿Por qué estás buscando allí? Aquello no te puede dar vida; sí, quizás te dé una alegría de un minuto, de un día, de una semana, de un mes, ¿y luego? ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Esta frase debe entrar en el corazón y debemos repetirla. ¡Repitamos juntos tres veces! ¡Hagamos el esfuerzo! Todos: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡Fuerte! ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Y hoy, cuando volvamos a casa, digámoslo en el corazón, el silencio, pero que nos venga esta pregunta: ¿Por qué yo en la vida busco entre los muertos al que está vivo? Nos hará bien hacerlo. Si escuchamos, podemos abrirnos a Aquel que da la vida, Aquel que puede dar la verdadera esperanza. En este tiempo pascual, dejémonos nuevamente tocar por el estupor del encuentro con Cristo resucitado y vivo, por la belleza y la fecundidad de su presencia.
Pero no es fácil estar abierto a Jesús. No es evidente aceptar la vida del Resucitado y su presencia entre nosotros. El Evangelio nos hace ver las reacciones del apóstol Tomás, de María Magdalena y de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien confrontarnos con ellos. Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas; María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por el misterioso viandante. ¡Cada uno por caminos diferentes! Buscaban entre los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo. Y yo, ¿qué hago? ¿Qué camino sigo para encontrar al Cristo vivo? Él estará siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos equivocado.
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24, 5) Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que fue ayer, y nos empuja a avanzar hacia el futuro. Jesús no está en la tumba, él es el Resucitado, el Viviente, el que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace andar atrayéndolo hacia Él. «Ayer» es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y la justicia; «hoy» es la resurrección perenne a la que nos impulsa el Espíritu Santo, que nos da plena libertad.
Hoy nos dirige también a nosotros este interrogante. Tú, ¿por qué buscas entre los muertos a aquel que está vivo, tú que te cierras en ti mismo después de una derrota, y tú que no tienes más fuerza para rezar? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que te sientes solo, abandonado por los amigos y quizás también por Dios? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú que te sientes prisionero de tus pecados? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la justicia, a la paz?
¡Tenemos necesidad de escuchar de nuevo y de recordarnos mutuamente la advertencia del ángel! Esta advertencia, «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?», nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza. Aquella esperanza que remueve las piedras de los sepulcros y anima a anunciar la Buena Nueva, capaz de generar vida nueva para los otros. Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el corazón y en la memoria. Y después cada uno responda en silencio: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡Repitámosla! ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Pero mirad, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo! Gracias.