El otro censo de Tomelloso
Cáritas Diocesana de Ciudad Real lanza una campaña para concienciar sobre los problemas de los temporeros para acceder a una vivienda digna
Una tienda de campaña con lo mínimo; una fila de colchones pegados a una fachada llena de pintadas; un rústico hornillo en un rincón. ¿Tú vivirías en estas condiciones? Es la pregunta que lanza Cáritas Diocesana de Ciudad Real dentro de su campaña de temporeros. Desde el año pasado, con el lema común Escucha su historia, tiene como prioridad que «la gente empiece a tomar conciencia de lo que ocurre en sus localidades», explica Loli Olmedo, coordinadora de comunicación.
Aunque algunos temporeros han llegado ya para recoger el ajo y plantar el melón y la sandía, el momento fuerte de la campaña es la vendimia, en septiembre. El año pasado, atrajo a Castilla-La Mancha, según CC. OO., a entre 25.000 y 30.000 temporeros, muchos de los cuales llegaban de campañas de otras regiones. Será entonces cuando Cáritas Diocesana presente el informe Vulneraciones de derechos laborales en el sector agrícola, la hostelería y los empleos del hogar, que elaboró Cáritas Española el año pasado. En él se recogían datos como que el 50 % de los temporeros cobra todo o parte del salario en dinero negro, el 13 % ha recibido amenazas, al 12 % le han retenido la documentación y hasta un 22,5 % ha sufrido un trato humillante.
Dentro de este panorama de explotación y exclusión, la campaña de Cáritas este año se centra en la vivienda. Una necesidad básica en Ciudad Real porque –denuncia Olmedo– «en esta provincia el convenio del campo no obliga a los empresarios a dar alojamiento a los temporeros».
Esto da lugar a situaciones que los responsables de Cáritas en cada localidad (La Solana, Argamasilla de Alba, Valdepeñas, Tomelloso…) recogen en un curioso censo: tantos temporeros en una nave del empresario, tantos en otra ocupada, algunos en tiendas de campaña a la salida del pueblo, otros en un hotel abandonado… «Ellos intentan humanizar esos lugares, pero no tienen intimidad» ni condiciones sanitarias adecuadas, describe Carmen Pilar Burillo, de Cáritas Interparroquial de Tomelloso. En esta localidad, Cáritas intenta desde 2011 paliar esta situación con un albergue de 50 plazas, puesto en marcha en sus instalaciones con personal del Ayuntamiento. A diferencia de otros lugares de acogida de temporeros, como Huelva, en Ciudad Real son las Cáritas parroquiales las que responden a su realidad, tanto en el ámbito asistencial como de incidencia pública y relación con todos los implicados.
Pisos patera
A Angelines Jiménez, responsable de la atención a los temporeros en Cáritas de Argamasilla de Alba, le preocupa especialmente el hacinamiento en pisos que ellos mismos realquilan a otros compañeros. «Hemos informado al Ayuntamiento y a los servicios sociales, pero no terminan de abordarlo». Por eso, intentan intervenir ellos; siempre con cuidado para que los temporeros no acaben en la calle. «Si esa vivienda es de una persona de la parroquia, nos sentamos con ella. La mayoría nos escucha. Algunos no eran conscientes de la situación. Otros han hecho los cambios que les hemos indicado». No pueden hacer mucho más, pues no tienen capacidad para poner en marcha un albergue, y tuvieron que desistir del intento de gestionar algunas viviendas y de un servicio de mediación para el alquiler.
Tanto Jiménez como Burillo, de Tomelloso, coinciden en subrayar que resolver la cuestión de la vivienda es responsabilidad de los empresarios y los ayuntamientos. Ambas mantienen un contacto cotidiano con las asociaciones de agricultores. En Tomelloso, además, han organizado una mesa redonda con representantes del ayuntamiento, los servicios sociales, CC. OO. y la Coordinadora Agraria. En estos encuentros, han constatado que existe buena voluntad. Pero los empresarios les explican que, incluso cuando quieren hacer las cosas bien, no encuentran quien les alquile viviendas. «Habría que ofrecer –explica Burillo– garantías de que la casa se va a cuidar. Pero también trabajar el tema de los prejuicios y estereotipos sobre los inmigrantes. Es una cuestión compleja que solo se resolverá desde el trabajo en red».
En Tomelloso, Cáritas atiende cada año a unos 250 temporeros. Además del albergue y de algunos servicios básicos como ropero y alimentación, lleva tres años luchando activamente para que trabajen en condiciones dignas. El año pasado, su servicio de orientación e intermediación laboral tramitó 13 contrataciones. «Este año ya nos han llamado varios empresarios», explica su responsable, Natalia Moreno. Ella se asegura de que paguen el mínimo obligatorio –50 euros por día–, de que hagan un contrato legal y de que se coticen todos los días de trabajo. Algún agricultor, incluso, ofreció vehículo y vivienda a sus trabajadores. El mayor problema ahora –añade Moreno– «son los intermediarios ilegales. Llegan a los asentamientos, suben a varios temporeros en su furgoneta, y se ofrecen a conseguirles un trabajo. “Pero de lo que te paguen me quedo cinco euros por habértelo conseguido, otros cinco para gasolina…”. Los empresarios recurren a ellos porque necesitan bastantes trabajadores de un día para otro, pero no se dan cuenta de lo que supone. A veces, al trabajador le llegan solo 30 euros».