El obispo de Palencia denuncia que «otros deciden» por la gente del campo «sin contar con ellos»
Mikel Garciandía Goñi se pregunta si «con el ruido de los tractores se les escuchará» o si «todo quedará en promesas que el tiempo disipa y olvida»
«Las protestas de estos días suponen una llamada a nuestra conciencia, a salir cada cual de nuestra existencia más o menos plácida y segura», señala Mikel Garciandía Goñi, obispo de Palencia, en un mensaje en apoyo a los agricultores que se manifiestan por precios más justos para sus productos desde el 6 de febrero. «Como comunidades cristianas sentimos nuestras las alegrías y las tristezas y los problemas que vive nuestro mundo rural» añade en el comunicado difundido el 23 de febrero.
Según el obispo de Palencia, las protestas de los trabajadores del campo suponen «un momento de reflexión ante la situación que vive nuestro mundo rural hoy» y «una llamada ante problemas graves a los que no se busca solución duradera». A su juicio, estas manifestaciones generan la oportunidad para «tener en cuenta a nuestra gente que vive olvidada por todos». Y denuncia que existen muchas localidades «que apenas cuentan» y donde sus vecinos «ven cómo otros deciden por ellos y sin contar con ellos».
Garciandía critica la hipocresía de «una sociedad que parece movilizarse con las palabras naturaleza y ecologismo pero que, a menudo, no tiene en cuenta a las personas que la viven y cuidan». «Tantas veces, como ahora, sufren», recalca. Apunta a numerosas causas, como «el alza de los precios» o la «inequidad en el reparto de los legítimos beneficios». Advierte del riesgo de que, si no se produce un cambio real en el sector primario, «los hombres y mujeres del campo pueden volver a quedarse con sus soledades, sin apenas medios, sin cobertura y en el total olvido “hasta más ver”».
El prelado protesta por que «el mundo del campo, de la agricultura y de la ganadería vuelve a ser el mundo de los ignorados y tantas veces utilizados». Una realidad ante la que considera que «los cristianos» de la diócesis de Palencia, y de todas las demás, deben hacerse «eco de tantos hogares y comunidades rurales cuyo modo de vida es cada vez más amenazado e insostenible». Mikel Garciandía Goñi concluye preguntándose si «con el ruido de los tractores se les escuchará» o si, pese a las movilizaciones del último mes, «todo quedará en promesas que el tiempo disipa y olvida».
Al lado de los agricultores
El mensaje de apoyo del obispo de Palencia se suma a otros gestos de la Iglesia por el campo a lo largo de este febrero. Como el de Fernando Valera, obispo de Zamora, quien publicó a comienzos de mes una carta reivindicando que «la Iglesia quiere elevar su voz a favor de quienes trabajan incansablemente para alimentar a nuestras comunidades». Valera también ha visitado recientemente algunas cooperativas agropecuarias de su territorio.
También José Luis Retana, obispo de Salamanca, sostiene en su última carta pastoral que los agricultores «son un colectivo de nuestra diócesis que no podemos abandonar en sus justas reivindicaciones». Y la archidiócesis de Mérida-Badajoz, a través de su Pastoral Rural Misionera, ha alertado sobre «la grave repercusión en nuestros pueblos» de la precaria situación de agricultores y ganaderos así como «la despoblación y el envejecimiento», «el empobrecimiento de nuestro mundo rural» y la pérdida de «nuestra cultura».