El obispo de Nápoles ordena retirar dos cuadros donados por la camorra
Lorenzo Nuvoletta y su clan, explica un sacerdote, «han mandado, intimidado y asesinado durante décadas» a la población de Marano
Dos cuadros, que mostraban a la Virgen de Pompeya y a santa Rita, han sido retirados este martes por la mañana de la iglesia de María Santísima de la Cintura y la Consolación de Marano, en Nápoles. La orden de descolgar las pinturas, colocadas a ambos lados de la puerta, venía del arzobispo de esta diócesis, Domenico Battaglia. El motivo: habían sido donados, y así se anunciaba en una placa, por Lorenzo Nuvoletta, jefe de la camorra fallecido en 1994.
En un comunicado del que se hace eco Avvenire, la diócesis explica que la decisión se ha tomado «para no turbar a los fieles, desorientándolos» con acciones que podrían interpretarse, «aunque fuera remotamente», como «una ambigüedad entre el Evangelio y la vida». También para «dar un ejemplo inequívoco de la incompatibilidad entre el camino del Evangelio y el de la iniquidad a cualquier nivel». Al mismo tiempo, se pide que las imágenes sean sustituidas por otras con el mismo motivo, para que la devoción a ellas pueda continuar, ya purificada.
El clan de los Nuvoletta, procedente de una saga de terratenientes, se dedicaba al contrabando de tabaco, a la concesión de préstamos a granjeros locales, al tráfico de cocaína y se sospecha que también a la producción de heroína. Tenían, además, vínculos con la mafia siciliana. Lorenzo, que era una persona bastante carismática, tuvo un gran protagonismo en la puesta en marcha de la alianza de clanes Nueva Familia, creada para combatir a la Nueva Camorra Organizada con la que otro líder, Raffaele Cutolo, pretendía unificar a toda la camorra bajo su mando.
La táctica de camuflarse de cristianismo
«Desde hace décadas, han mandado, intimidado, asesinado». En su enorme finca, llegaron a tener de huésped al jefe supremo de la mafia siciliana, Totò Riina. Lo explica en Avvenire el sacerdote Maurizio Patriciello, cabeza visible del movimiento civil de la Tierra de los Fuegos, una vasta área situada en la zona meridional de Italia muy conocida a causa de la presencia de desechos tóxicos y numerosas hogueras de basura que influyen negativamente sobre la salud de la población local.
«No siempre a los enemigos de la Iglesia les gusta declararse tales y combatirla abiertamente», subraya Patriciello. En el sur de Italia «ha ocurrido y ocurre», continúa, que quienes «han reducido al hambre a sus hermanos, aterrorizado y condenado a muerte territorios hermosos y fértiles», hacen grandes esfuerzos para «camuflar de cristianismo su vida criminal»: pagan fiestas, fuegos artificiales, obras de arte y restauraciones. Esta táctica «es una inversión», que «les permite tener bajo control el territorio» y amedrentar a la gente. «A los principiantes puede darles miedo mirar al mal a los ojos, por lo que hace falta encontrar una justificación, camuflarlo de bien».
«Y a decir verdad», reconoce, «no siempre el párroco de turno, frente a estos prepotentes, ha tenido la fuerza de llamar al pan, pan; y al vino, vino». Afortunadamente, afirma el sacerdote y líder local, «desde hace años las cosas van cambiando», aunque sea «lenta y fatigosamente». Por ejemplo, «en muchas parroquias y hermandades al capo del pueblo se le pone amablemente en la calle, cuando no se le mete en la cárcel». Se trata de «signos importantísimos en la región».