El nuevo reglamento «se quedará en agua de borrajas» si no se le dota del «personal» necesario
En entrevista con Alfa y Omega, el nuevo director del Departamento de Migraciones de la CEE Fernando Redondo valora el nuevo documento, aunque advierte de la exclusión de varios colectivos de migrantes
Tras el nombramiento de Xabier Gómez como obispo de Sant Feliu, cuya ordenación episcopal se celebrará este próximo sábado 30 de noviembre, la Conferencia Episcopal Española ha designado a Fernando Redondo como nuevo director del Departamento de Migraciones de la CEE.
Asturiano de nacimiento, Redondo hizo su primera experiencia de misión en Bangladesh, donde, como él ha dicho varias veces, el primer anuncio es de verdad primero y consiste en acoger y dejarse acoger por los que son de otra raza, cultura y religión. Asimismo, pasó cerca de quince años en el Amazonas brasileño a través de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA).
También ha pasado por Jerusalén, donde completó su formación teológica -realizada entre la Universidad Eclesiástica de San Dámaso y la Universidad Pontificia de Comillas- con estudios bíblicos. Desde 2019 ha ejercido de delegado de Migraciones de la diócesis de Getafe.
¿Con qué espíritu ha asumido el cargo?
Este nombramiento produce en mí, en primer lugar, un sentimiento de agradecimiento por la confianza que los obispos han depositado en mí persona al escogerme para este cargo. Por otra parte, siento el peso de la responsabilidad y el trabajo que me esperan. Es verdad que este trabajo no lo realizaré solo. Voy a trabajar hombro con hombro con un equipo en la propia sede de la Conferencia Episcopal y con los delegados y delegadas o responsables de los secretariados de migraciones de las diferentes diócesis de nuestro país. Esto me da alivio y confianza. Acojo esta tarea que la Iglesia me pide con un verdadero espíritu de servicio y disponibilidad en favor de la acogida y defensa de los derechos de las personas migradas y solicitantes de asilo que llegan hasta nosotros. Veo en ellos el rostro de Cristo que nos sigue recordando: «fui extranjero y me acogisteis».
¿Cuáles son los retos que se le plantean en una nueva responsabilidad?
Aceptar esta nueva responsabilidad significa, en primer lugar, tener que abandonar la tarea que hasta ahora venía realizando como delegado de Migraciones de la diócesis de Getafe. Mi radio de acción se amplía del territorio de una diócesis a todo el territorio nacional. Es un reto y al mismo tiempo una riqueza acercarme a la múltiple realidad de las migraciones en nuestro país. Aunque en todo el territorio nacional las personas migrantes se enfrentan a situaciones, obstáculos, problemas comunes, no es lo mismo la realidad de las personas que llegan a Madrid que las que llegan en cayuco a las Islas Canarias o al sur y levante de nuestras costas También es bien distinta la realidad de las personas migradas que trabajan en los invernaderos de Almería o Huelva y viven en situaciones infrahumanas en los diferentes asentamientos. Al mismo tiempo, siento que esta nueva responsabilidad me va a aportar mucho a nivel personal porque me permitirá acercarme a la riqueza que supone el compromiso con las personas migradas que, a través de múltiples proyectos y acciones, se lleva a cabo en la Iglesia española.
¿Cómo valora el nuevo reglamento de extranjería? ¿Cree que puede sacar del foco a la ILP?
De la nueva reforma del reglamento de extranjería, valoramos, entre otras cosas, que se pase de un periodo de tres a dos años para acceder al arraigo; también el hecho de que contemple la figura del arraigo de segunda oportunidad para personas que hayan tenido una autorización de residencia y por distintas razones no hayan podido renovarla; o el hecho de que todas las autorizaciones iniciales de los visados van a ser de un año con renovaciones de cuatro. Dicho esto, estoy convencido que la propuesta de la ILP tiene que seguir adelante. No puede ser solapada por este nuevo reglamento porque sigue habiendo personas en situación irregular que no se pueden acoger bajo el paraguas del nuevo reglamento. Pensemos, por ejemplo, en el gran número de personas indocumentadas. Solo Cáritas tiene constancia de unas 75.000 personas y no todo el mundo acude a esta entidad, con lo cual podemos suponer que el número es aun mayor. Por otra parte, las personas que hayan solicitado protección internacional y se les deniegue el asilo, el tiempo que han estado esperando hasta que les ha llegado la resolución no cuenta para el arraigo. En este sentido se ha retrocedido en relación al reglamento anterior. Me parece pertinente señalar que uno de los objetivos que dice perseguir este nuevo reglamento es dar mayor agilidad a los procedimientos de regularización, pero esto se quedará en agua de borrajas, si no se dota del personal y las estructuras necesarias para llevar a cabo esta gestión. Por todo esto, como ya he dicho, la aprobación del nuevo reglamento no debe impedir que la ILP siga adelante. Reglamento e ILP serían dos vías complementarias para llevar a cabo una verdadera y efectiva regularización. Desde el Departamento de Migraciones junto con otras entidades eclesiales, seguiremos apoyando para que esta iniciativa llegue a buen puerto.