El Niño Jesús del Remedio
Es una advocación de las más populares y queridas de Madrid. Hasta hace unos años que se reformó el oratorio, sus paredes se encontraban recubiertas de placas de acción de gracias que, desde el año 1888, eran testigos de los múltiples favores obtenidos por intercesión del Niño del Remedio.
Comenzó la devoción al comprar en el año 1887 por 100 pesetas una imagen del Niño Jesús de pie, un encuadernador de la calle de la Costanilla de los Ángeles, llamado Pedro Martín Marrazuela. Una vez en el taller, se improvisó un pequeño altar y allí se rezaba el rosario y se le pedía su protección. Al no tener una advocación concreta se decidió, de acuerdo con el rector de Santa Catalina de los Donados, hacer un sorteo con los nombres por los que mostraban su preferencia: Esperanza, Consuelo, Perdón o Remedios. La familia decidió adelantar el sorteo en la casa, saliendo el de los Remedios, se presentó el sacerdote, al que no dijeron nada por respeto. Pero al efectuar en el templo un segundo sorteo volvió a salir Remedios, advocación por la que, desde entonces, se le conoce. Rápidamente se corrió la voz de milagrero, especialmente en lo referente a los niños. Eso no quita que hasta un yerno harto de su suegra pidiese que al Niño que se la llevase, para salvar así su matrimonio.
A finales de 1899, por una donación se amplía el oratorio en la encuadernación y es trasladada la imagen del Divino Niño, que en Navidad fue colocado en una cuna para la veneración del pueblo, que así le podía ver de cerca y tocar. En esa década difícil para España, la reina regente María Cristina se acercó a venerar al Niño y pedirle por España.
Después de un tiempo en la parroquia de Santa Cruz, a la cofradía del Santo Niño del Remedio se le concedió el usufructo de la antigua capilla de Santa Catalina de los Donados, sobre cuyo altar se había celebrado la elección del nombre, llevando a cabo la reforma del mismo así como lo vemos hoy.
En este Madrid multicultural y acelerado, es todavía normal, ver cómo se acercan personas de todas clases, hombres y mujeres que al pasar por la puerta del oratorio, hacen una parada y en sosiego presentan sus deseos, anhelos y peticiones al Niño madrileño del Remedio, que une a Madrid con el cielo.