El momento de poner fin a los vientres de alquiler es ahora
¿Hasta qué punto reaccionará contra la explotación de bebés y mujeres una sociedad que hace de los deseos derechos?
Imaginen tener la sensación de que, desde siempre, algo falla en la propia vida. Una comezón que, conscientemente o no, se va descubriendo que está unida al hecho de que quien te gestó te abandonó en las manos de alguien que, bajo pretexto de un profundo amor, te había convertido en el objeto de un contrato. En definitiva, mercancía. No es fácil romper la maraña de sentimientos encontrados y denunciar que el propio origen está en un proceso injusto. Por eso tienen un enorme valor testimonios como el de Olivia Maurel, espejo de muchos otros hijos de la gestación subrogada que quizá aún no han sido capaces de poner nombre a su sufrimiento. Escucharlos es un deber.
El Papa Francisco lo hizo y, en su discurso ante el Cuerpo Diplomático, llamó a «prohibir universalmente» esta práctica «deplorable», tal como propuso el año pasado la Declaración de Casablanca. En un mundo globalizado, en el que una historia de lucha por el hijo soñado conmueve y abundan las mujeres vulnerables susceptibles de verse tentadas por unos miles de euros —pequeña parte de lo que cobran las agencias— no basta con que las leyes nacionales rechacen los vientres de alquiler. Más aún, el hecho de que en plena guerra haya aumentado la demanda en Ucrania invita al pesimismo sobre hasta qué punto reaccionará contra la explotación de bebés y gestantes una sociedad que hace de los deseos derechos.
Pero también hay razones para la esperanza. La Declaración de Casablanca puede aunar la voluntad de sociedades progresistas, naciones fieles a sus raíces cristianas, grupos feministas, la Santa Sede, países musulmanes y las regiones más afectadas por esta y otras formas de trata para poner freno cuanto antes a la gestación subrogada al tiempo que se encuentran soluciones dignas para los hijos fruto de ella. El camino hasta dar a luz la norma internacional que lo haga posible no será fácil. Por eso, el momento de empezarlo es ahora.