El «milagro» de la adoración perpetua en Santiago: nace a iniciativa de los laicos
Santiago de Compostela abre una capilla de adoración perpetua a iniciativa de un grupo de farmacéuticos. «Estamos muy cerca del sufrimiento de la gente, rezamos por los enfermos. Quizá por eso nos ha elegido el Señor»
«Fue un 14 de septiembre, de noche, a la vuelta del trabajo, hace tres años»: es Rosa la que recuerda ese encuentro con Carmen como si fuera ayer. «El inicio fue la imagen de la Virgen de Lourdes, ahí empezó todo», dice casi entre lágrimas Carmen, que junto a Rosa ha impulsado en Santiago de Compostela la capilla de adoración perpetua que acaba de abrirse en la parroquia de San Fernando.
Hace tres años, a Carmen le empezó a rondar en el corazón que «sería maravilloso tener adoración perpetua aquí». «Supongo que sería una inspiración. Se lo comenté a mi marido, Jacobo, y opinaba igual. Sentía ese impulso y un día me encontré por la calle con Rosa, una amiga mía, muy comprometida y de mucha oración, y se lo comenté. Ella me dijo que justo andaba pensando lo mismo, y que no sabía cómo hacerlo», recuerda.
Ante esta coincidencia «nos fuimos a rezar delante de la imagen de la Virgen de Lourdes, en la cripta donde está ahora la capilla de adoración, y le pedimos por ese proyecto; luego fuimos a hablar con el párroco». «Al principio nos parecía imposible, pero decidimos intentarlo y así empezamos», dice Carmen.
«Es extraño y es bonito ver cómo hace las cosas Dios. Los tres somos farmacéuticos, estamos muy cerca del sufrimiento de la gente, rezamos por los enfermos. Quizá por eso nos ha elegido el Señor. Es poco común, no es casualidad», afirma.
Los impulsores de la capilla de adoración perpetua en Santiago de Compostela son laicos, padres de familia, con su trabajo, «pero nosotros no somos importantes», aclara Carmen. «Lo realmente valioso son todos esos adoradores que han apoyado este proyecto con una gran ilusión y entrega, apuntándose una hora o más a la semana, desde personas muy mayores hasta jóvenes», conscientes de que «si no hay oración, no hay vida cristiana».
Para Rosa, la adoración «es otro mundo, transforma corazones, es un milagro que ya esté aquí en Santiago. Estamos construyendo algo muy grande, un lugar permanente en el que alabar, adorar y reparar al Señor». Y al preguntarle por cómo ha decidido Dios empezar esta obra, responde: «Es la hora de los laicos».
La adoración a Jesús en la Eucaristía «nos cambia personalmente y luego se nota en el entorno», cuenta Carmen. Es un proceso que empieza primero por el Señor, y luego tiene su repercusión en lo personal, en lo familiar, en la parroquia y en la diócesis, pero siempre empezando por el Señor». Además, la oración ante el Santísimo expuesto «es única», porque «no es lo mismo cuando está expuesto que cuando no lo está».
«La adoración no nos aísla»
José María Pintos, párroco de San Fernando, cuenta que «cuando vinieron a hablar conmigo me gustó la idea, pero no me acaba de decidir. Ellos entonces se comprometieron a buscar adoradores para que el Santísimo estuviera seguro, y empezamos con algunos turnos de adoración a la semana».
Al cabo de un tiempo, le hicieron llegar la iniciativa al obispo diocesano y este se encargó de contactar con el padre Justo Lofeudo, promotor de numerosas capillas de adoración perpetua en España y América, para la instauración definitiva.
Aunque la capilla está en San Fernando, «esta es la capilla de la ciudad de Santiago y de todos los pueblos de alrededor, porque son muchos los que vienen de fuera a hacer su turno», afirma el párroco.
¿Qué va a traer la adoración perpetua a Santiago de Compostela? «Esperamos que sea un motor para la pastoral y para revitalizar las parroquias, para acercar la gente al Señor y luego acercarse a los demás», dice Pintos. «La adoración no nos aísla, sino que nos lleva a un compromiso mayor, y ya han surgido en torno a ella iniciativas de evangelización como Alpha, y tantas cosas que no se ven pero que tocan la vida de la gente».
Para el párroco, el secreto de que haya tantas capillas de adoración perpetua abiertas en España, en un tiempo en el que las iglesias se vacían, está en «tantos laicos que cultivan su dimensión orante. Porque los que sacan esto adelante son los laicos, y es muy bonito».
«Los monjes de Cluny, en el año 1.000, cuando iban a comulgar se descalzaban, sabiendo que allí estaba la zarza ardiente, y que el misterio ante el cual Moisés se arrodilló estaba allí presente. La adoración hace religiosa nuestra vida. Es necesario redescubrir el gozo de nuestra pequeñez ante Dios», afirmó el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, al inaugurar a finales de enero la primera capilla de adoración perpetua en la ciudad.
«Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo, porque adorar es poner al Señor en el centro», indicó monseñor Barrio, quien valoró también la responsabilidad de la ciudad de acoger a tantos peregrinos «que muchas veces demandan lugares tranquilos para orar en silencio». «Esta capilla puede ser un gran servicio para ello, y para la diócesis será una fuente de fecundidad apostólica», aseguró.