El mejor rostro de la humanidad
2021 no estará exento de dificultades, pero, como demuestran tantos, hay margen para ayudar al de al lado a sobrellevarlas
Como siempre por estas fechas, es momento de hacer balance. En años anteriores, los miembros de la redacción de Alfa y Omega repasábamos los principales acontecimientos y analizábamos sus consecuencias. En este 2020 prácticamente monopolizado por el coronavirus, en vez de hablar de momentos, hemos decidido dar voz a personas cuyas vidas han cambiado de una forma u otra por la pandemia para así hablar de cómo esta nos ha cambiado a todos.
Por culpa de la COVID-19 casi dos millones de personas han muerto a largo y ancho del globo. En España las estadísticas oficiales hablan ya de más de 50.000 fallecidos, entre los que todos lloramos a conocidos y seres queridos. Y mientras avanza la todavía incipiente vacunación, el sufrimiento, las distancias, las soledades y la incertidumbre siguen ahí. Hay, desde luego, heridas que tardarán en cicatrizar y consecuencias todavía difíciles de vislumbrar… Pero al mismo tiempo, en estos meses en los que se han desmoronado tantas falsas seguridades y han salido a flote nuestra vulnerabilidad y nuestra interdependencia, también ha emergido el mejor rostro de la humanidad. Ha habido y hay personas dispuestas a echar una mano, a gastar la vida por sus hermanos, incluso hasta la muerte. Por ello reivindicamos el año 2020 como el año de las personas y damos las gracias a Dios –sí, como Araceli– por esas caras concretas que, en algún momento complicado, han sido aliento y esperanza.
El 2021 no estará exento de dificultades, pero, como nos han demostrado tantos este año, siempre hay margen para ayudar al de al lado a sobrellevarlas. Un buen punto de partida lo ha dado la Plataforma Pacto de Convivencia, compuesta por entidades de la sociedad civil como el Arzobispado de Madrid: «Paremos el odio, busquemos acuerdos, no dejemos a nadie atrás, hagamos todo el bien que podamos y construyamos un clima de esperanza». ¿Nos apuntamos?