«El Mediterráneo no puede ser lugar de conflicto entre fuerzas externas»
La invasión rusa de Ucrania ha marcado los trabajos del encuentro entre obispos y alcaldes del Mediterráneo
Durante cinco días Florencia se ha convertido en el centro de la reflexión compartida de obispos y alcaldes de la cuenca Mediterránea sobre el futuro de la región. En los trabajos del encuentro Mediterráneo, frontera de paz participaron en 58 obispos, entre ellos los cardenales españoles Cristóbal López Romero, arzobispo de Tánger, y el presidente de la CEE, Juan José Omella, así como el obispo auxiliar de Madrid, José Cobo, además de 65 alcaldes de una treintena de países. Estaba previsto que el Papa Francisco presidiese este domingo la eucaristía conclusiva de esta cita, pero, tal y como anuncio la Santa Sede, un dolor agudo de rodilla y la consiguiente recomendación médica de reposo, impidieron su asistencia. El encuentro de Florencia ha sido una continuación del que se celebró en Bari en febrero de 2020, pocos días antes de que se decretase la emergencia coronavirus en Italia.
Como no podía ser de otra forma, la invasión rusa de Ucrania ha marcado los trabajos que prácticamente comenzaron con un comunicado de parte de los obispos del Mediterráneo, que conocen bien las consecuencias de la guerra, condenando la agresión rusa y reclamando que se detenga «la locura de la guerra». La crisis en el este de Europa también ha sido uno de los temas de la homilía del cardenal Gualtiero Basseti, presidente de los obispos italianos, que ha sustituido al Papa presidiendo la misa dominical. El purpurado ha insistido en la naturaleza «injusta» de la agresión rusa y ha instado «a rezar», pero también «a actuar contra esta tragedia humanitaria». Sobre el Mare Nostrum, el cardenal ha deseado «que los pueblos del Mediterráneo sean testimonio de una paz posible que parta del corazón convertido al Evangelio y produzca frutos concretos para el bien de todos».
El documento final suscrito por todos los participantes pone de relieve precisamente esta necesidad de paz, concordia y seguridad para la región mediterránea, demasiado «acostumbrada» a eventos de similar naturaleza a los que se están desarrollando en Ucrania. «La carta di Firenze» sostiene que «el Mediterráneo no puede ni quiere ser un lugar de conflicto entre fuerzas externas» y que para promover y mantener la paz es necesario «colocar a la persona humana en el centro de la agenda internacional».
La cuestión de la migración está también en el corazón de esta declaración de Florencia en la que se indica la urgencia de que «las políticas migratorias en el Mediterráneo y en las fronteras siempre respeten los derechos humanos fundamentales». Señala asimismo «la fuerte conexión entre los flujos migratorios y el cambio climático que afecta al mar Mediterráneo» con fenómenos como la deforestación y la degradación del suelo que empujan a millones de personas a migrar masivamente. Ante estos movimientos migratorios, alcaldes y obispos recuerdan «la importancia de fortalecer las relaciones interculturales e interreligiosas con el fin de lograr un mayor nivel de comprensión mutua entre personas de diferentes orígenes, idiomas, culturas y creencias religiosas». Por eso, desde este foro de diálogo se insta a gobiernos, alcaldes y representantes de comunidades religiosas a promover «iniciativas compartidas para el fortalecimiento de la fraternidad y la libertad religiosa en las ciudades, para la defensa de la dignidad humana de los migrantes y para el progreso de la paz en todos los países mediterráneos».