Arturo Ros: «El martirio de mi abuelo ha marcado mi vida y la de mi familia» - Alfa y Omega

Arturo Ros: «El martirio de mi abuelo ha marcado mi vida y la de mi familia»

El nuevo obispo auxiliar de Valencia, Arturo Ros, ordenado el pasado 3 de septiembre, ha tomado como lema episcopal las últimas palabras que su abuelo, ahora beato, dijo a su mujer y seis hijos justo antes de ser asesinado por odio a la fe en 1936: Apresuraos a perdonar

Fran Otero
Monseñor Arturo Ros toma la palabra tras ser ordenado obispo en la catedral de Valencia el pasado sábado
Monseñor Arturo Ros toma la palabra tras ser ordenado obispo en la catedral de Valencia el pasado sábado. Foto: AVAN / A. Saiz.

Arturo Ros (Vinalesa, 1964) ya es obispo auxiliar de Valencia. El pasado 3 de septiembre fue ordenado en la catedral levantina en una celebración presidida por el cardenal arzobispo Antonio Cañizares, que contó, además, con la presencia de 22 obispos. Atiende a Alfa y Omega pocos días después; todavía está habituándose a la vida como prelado. Estas primeras jornadas se alargan atendiendo a sacerdotes. El domingo parte hacia Roma para participar en el curso de nuevos obispos que culminará con un encuentro con el Papa Francisco. Nada más descolgar el teléfono, un deseo: «Que la Paz esté contigo». Su historia personal, como la de su familia, está marcada por la figura de su abuelo, Arturo Ros Montalt, que fue asesinado en Moncada en agosto de 1936 por odio a la fe y beatificado por san Juan Pablo II en marzo de 2001. La pérdida entonces es hoy ganancia. Su hijo menor fue sacerdote y su nieto es obispo. Sus últimas palabras —Apresuraos a perdonar— son el lema episcopal del último. Amable y cercano, confiesa antes de despedirse y colgar: «Me gustaría pedir a la gente que rece por mí».

¿Por qué eligió esa frase de su abuelo?
Apresuraos a perdonar fueron las palabras que mi abuelo les dijo a su mujer y seis hijos antes de dar la vida por Jesucristo y es la expresión de un alma que desea vivir el Evangelio hasta las últimas consecuencias. Son palabras que he escuchado muchas veces de mi abuela, de sus hijos, de mi padre… y siempre las tengo en la memoria. Cuando me anunciaron que sería obispo, no dudé ni un momento, ese sería mi lema. No es simplemente una frase, encierra en sí un estilo de vida, la esencia ministerial que tiene que estar marcada por el perdón, la cercanía y la misericordia. Esto es lo que el mundo necesita hoy. Espero que el futuro esté lleno de misericordia para llevar a todos la bondad y la ternura de Dios.

¿Ha sido este testimonio decisivo para su vida?
No solo para la mía, sino para la de toda la familia. Además, tuve la suerte de conocerlo bien a través de su esposa, mi abuela. Es un ejemplo para todos y desde siempre lo hemos tenido presente. Incluso antes de ser beatificado, pues ya le rezábamos. Fue un personaje ejemplar, un padre de familia muy preocupado por la evangelización. En mi vocación sacerdotal, también fue muy importante.

¿Cómo vivió su ordenación?
Fue un momento de gozo y alegría. Tengo que confesar que estaba un poco nervioso, así que en el momento de venerar a la Virgen de los Desamparados le pedí que me diera paz. Me lo concedió. Y con mucha paz viví el resto de la celebración.

¿Pensó alguna vez en la posibilidad del episcopado?
Ni lo he pensado ni lo he buscado. Llevo 23 años de sacerdote y siempre me ha llamado la vida parroquial. He tenido una vocación de parroquia, en pueblos pequeños.

Seguirá vinculado a ellas, aunque de otro modo, ¿no?
La verdad es que no quiero perder la vida parroquial, aunque la relación será diferente. De hecho, este verano he seguido con ella; lo tenía muy claro. Me fortalece y es una riqueza muy necesaria.

Ahora que inicia este nuevo ministerio, ¿cómo cree que debe ser un obispo?
El modelo está claro, es uno: Jesucristo. Es a quien me quiero parecer, y a quien quiero mostrar a través de este servicio.

¿Tiene algún otro modelo?
Mi familia, que siempre ha sido muy religiosa, así como numerosos obispos, empezando por don Antonio Cañizares y tantos hermanos sacerdotes…

La atención a los sacerdotes es una de las tareas más importante de un obispo.
Efectivamente, es una atención prioritaria. Estos días ya he empezado a ponerla en práctica.

¿Se ha preparado de alguna manera para este momento?
Entre el nombramiento y la ordenación ha pasado un tiempo corto que ha servido para situarme interiormente. Al margen de unos ejercicios espirituales, tenía claro que quería seguir trabajando en la parroquia.

¿Ha podido encontrarse con el Papa Francisco?
Todavía no. El próximo domingo me voy a Roma para participar en el curso que imparte la Congregación de Obispos a los nuevos prelados. Allí, dentro de las actividades programadas, habrá una audiencia con el Papa Francisco. Le manifestaré mi obediencia, mi admiración y adhesión hasta la muerte.

¿Es un referente para usted en esta nueva etapa que empieza?
En todos los sentidos. Es modélico. Cualquiera que siga los pasos del Papa Francisco va por buen camino.