El mártir eslovaco Titus Zeman, beatificado este sábado
«Aquí no tenemos niños tan pequeños como tú. ¿Qué haremos cuando llores y quieras regresar con tu mamá?». – «Mi madre será Nuestra Señora de los Dolores». Titus Zeman tenía apenas 10 años cuando pidió con esta conversación entrar en el noviciado de los salesianos en Sastin, Eslovaquia, algo que consiguió finalmente seis años después. Su vocación a compartir la vida con los hijos de Don Bosco le llevaría, muchos más años más tarde, a la persecución, a la tortura y al martirio. El cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, lo beatifica este sábado en la catedral de Bratislava (Eslovaquia)
Titus Zeman nació el 4 de enero 1915 en Vajnory, cerca de la capital eslovaca: es el primero de diez hijos. Cuando tenía 10 años, después de una infancia marcada con problemas de salud, fue repentinamente curado con la intercesión de Nuestra Señora de los Dolores, por lo que ese mismo día Titus le prometió, en el secreto de su corazón, que sería «su hijo para siempre».
Titus entró al noviciado en el año 1931, y en junio 1940 fue ordenado sacerdote en Turín. Tras la Segunda Guerra Mundial, los comunistas se hacen con el este de Europa, iniciándose una dura persecución contra la Iglesia. En 1946, prohíben las cruces en las escuelas eslovacas, a lo que Titus se opone, pagando su actitud con el despido de su puesto como profesor.
Las cosas se endurecieron y en 1950 prohibieron las órdenes religiosas, iniciándose la deportación de consagrados y consagradas a los campos de concentración. Titus reaccionó con valor organizando viajes clandestinos a Turín para que los jóvenes salesianos pudieran completar sus estudios. A través del río Morava, hacia Austria e Italia, organizó dos expediciones para más de 60 jóvenes, pero en la tercera expedición fue descubierto y detenido. Acusado de espionaje y traición a la patria, fue condenado a muerte, pero las autoridades conmutaron la pena por 25 años de cárcel. Pasó por varias prisiones y acabó en la terrible «Torre de la muerte» de Jáchymov, donde fue obligado a tratar manualmente los residuos del uranio radioactivo.
Después de doce años, le dejaron en libertad condicional, pero su estado de salud, mermado por los padecimientos de la prisión, era ya lamentable, muriendo apenas cinco años más tarde, con fama de santidad. El Papa Francisco firmó el decreto que reconocía su martirio el 27 de febrero de este año.
En 1991, algunos de sus perseguidores, ya en el fin de sus vidas, convirtieron y se acercaron a la Iglesia, y algunos pidieron perdón, también en público, por el mal que le habían ocasionado.