Myanmar convive con el desorden y el conflicto desde el golpe de Estado militar del Tatmadaw, las Fuerzas Armadas, en febrero de 2021. El tablero está dividido en múltiples frentes que se extienden por todo el país, principalmente en las zonas fronterizas. En el flanco de la oposición prodemocrática están las Fuerzas de Defensa del Pueblo (FDP). Estas unidades armadas, surgidas tras el golpe, operan en las regiones centrales, como Sagaing, bajo la bandera del Gobierno de Unidad Nacional, que organiza la resistencia de forma clandestina con el fin de restablecer la democracia. En el otro extremo, el Tatmadaw ostenta el control del Gobierno y ejerce un dominio autocrático sobre el país. Su principal aliado es China, responsable de gran parte del suministro de armas y uno de sus mayores socios comerciales. Sin embargo, Pekín no duda en modificar sus apoyos si sus intereses lo requieren. Las organizaciones armadas étnicas componen la fuerza más disruptiva del tablero, como un mosaico de grupos con reivindicaciones y objetivos individuales. Esta fragmentación abre múltiples frentes de batalla para el Ejército y dificulta la cohesión de las fuerzas de resistencia. El Ejército de Liberación Nacional Ta’ang (TNLA), el Ejército de la Alianza Democrática Nacional de Myanmar (MNDAA) y el Ejército Arakán (AA) se encuentran entre las más significativas. En octubre de 2023 se unieron en la Alianza de las Tres Hermandades para llevar a cabo la Operación 1027, mediante la cual lograron importantes avances.
Con la mediación de China se dio un alto al fuego, pero la ofensiva supuso un punto de inflexión que despertó a más movimientos. El AA ha intensificado sus acciones en el estado de Rakhine, mientras que las FDP también han redoblado sus esfuerzos en el centro.
Sin duda, los esfuerzos de la resistencia resultan cada vez más contundentes y la balanza se está inclinando en contra del Tatmadaw.