El mago que este sábado será sacerdote
Joan Mundet tiene 25 años, es el menor de ocho hermanos y este fin de semana será ordenado sacerdote en su Barcelona natal. El amor de su vida se llama Jesús. Secreto a voces que ha acompañado, durante todo su camino, su gran afición: la magia
«Para mí, la figura del cura era atrayente y admirable, pero no para mi vida. Yo siempre había querido formar una familia, casarme y tener hijos, pero el Señor tenía otros planes para mí…». Horas antes de ser ordenado sacerdote, junto a otros cuatro hermanos, Joan nos abre las puertas de su vocación, y nos deja entrar hasta el fondo, porque se sabe varado en tierra sagrada.
Pero Joan guarda una peculiaridad muy especial: es mago. «La magia ha estado presente en mi vida desde muy pequeño». Vertiente que cultivó, de la mano de su padre, quien «siempre me regalaba cosas de magia» para así, poco a poco, «aficionarme mucho al mundo de la magia».
A medida que fue creciendo, iba a comuniones, a colegios, etc., a hacer espectáculos de magia. Incluso el cardenal Omella, arzobispo de Barcelona, ha sido testigo de la destreza que guarda en sus manos: «En el Seminario siempre me pedían que les hiciera trucos e, incluso, alguna vez, le he hecho alguna sesión de magia al obispo», reconoce sonriente.
Sus padres, el secreto a voces de su vocación
La voz de Mundet cambia por completo cuando habla de Dios. Y es que el Padre, tal y como nos cuenta a Alfa y Omega, fue moldeando —desde su niñez— su corazón hasta hacerle completamente suyo… «Nací en el seno de una familia católica», descubre, «y desde muy pequeño, movido por el ejemplo de mis padres, tengo una práctica de piedad cristiana muy grande».
Un camino vocacional que comenzó a los 18 años, «aunque, durante la ESO, ya me preguntaba qué era lo que el Señor quería de mí». Tras el Bachillerato, el catalán se fue a estudiar Teología dos años a Pamplona. Después, ingresó al Seminario de Barcelona, donde ha estado cinco años.
«Ser sacerdote llena mi vida por completo»
Dos vocaciones —la de mago y la sacerdote— unidas por la pasión, pero dispares en la esencia. Sobre todo cuando, por vez primera, Joan se convierta en el padre Mundet, y pronuncie en el altar las mismas palabras que Jesús dijo en la última Cena. Pan y vino hechos Cuerpo y Sangre, signos visibles de una realidad invisible. Y ahí estará Joan, respondiendo a la llamada que Dios le hizo hace tantos años.
«En estos momentos, mi corazón, a medida que se acerca la fecha, tiene más nervios. Hay nervios, pero están acompañados de mucha ilusión, porque es algo superior a mí completamente». Ser sacerdote, concluye, antes de prepararse para el momento más especial de su vida, «es aquello en lo que se realiza mi vida, y la llena por completo».
Una promesa in aeternum
Junto a Joan, el cardenal Omella ordenará presbíteros a Jordi Avilés, Jordi Domènec, Vicenç Martí y Diego Pino. Futuros sacerdotes con corazón entregado, estudiantes y profesionales con perfiles muy diferentes. Entre ellos, destaca un doctor en Filología clásica, un ingeniero industrial, un licenciado en Derecho y un técnico en Electrotecnia. Profesiones muy diferentes, unidas por un mismo amor: Aquel por quien ahora dedicarán el resto de sus latidos.
Ciertamente, nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Y hoy, una vez más, esa Palabra sigue brotando a fuego en el corazón de quien, por amor, se atreve a mirarle –in aeternum– cara a cara al Señor…