El maestro de los futuros dirigentes de Cuba
En Cuba hay un problema que no se resolverá simplemente con reformas políticas o económicas: el daño antropológico que han causado casi seis décadas de régimen totalitario. Desde la dirección del Centro de Estudios Convivencia, Dagoberto Valdés (Pinar del Río, 1955) lucha por «reconstruir la persona y la sociedad civil»
Al plantearle qué salida ve para Cuba, Dagoberto Valdés responde con una cita de Alicia en el País de las Maravillas: «Cuando la niña está en el laberinto, le pregunta al gato de Cheshire cómo salir. Él responde: “Primero, dime hacia dónde quieres ir”». Esto es precisamente lo que Valdés echa en falta en los análisis sobre hacía dónde debería dirigirse una posible transición en la isla. Unos cambios –está convencido– que deben protagonizar los propios cubanos.
Es lo que promueve Valdés desde el Centro de Estudios Convivencia, en la provincia de Pinar del Río, en el extremo occidental de la isla. Tras décadas de régimen totalitario, muchos cubanos viven en la «cochambre existencial». Así de gráfico es su director al describir para Alfa y Omega el daño antropológico que se ha ido acumulando en la sociedad cubana hasta acercarla demasiado «a un punto de quiebra».
La crisis se manifiesta –explica– «en el deterioro de la existencia cotidiana; no solo en el plano económico, sino en las relaciones interpersonales: desintegración de la familia, desconfianza hacia el vecino… En el cubano hay un fondo de nobleza. Pero el totalitarismo, al quitar la libertad e intentar matar el alma del pueblo, ha lesionado la naturaleza humana, la libertad, la responsabilidad, la voluntad, los valores para discernir… Se pasa de lo inmoral a lo amoral. Y esto está desembocando en más violencia y pequeñas mafias que van más allá del mercado negro y se convierten en gremios de la corrupción».
Reconstruir desde los barrios
Desde hace casi un cuarto de siglo, la institución que dirige Valdés trabaja para contrarrestar esta «degradación social» y, así, preparar el cambio en Cuba. Nació como Centro de Educación Cívica y Religiosa por iniciativa de monseñor José Siro González Bacallao, obispo de Pinar del Río. Desvinculado de la diócesis –«que no de la Iglesia»– desde 2007, Valdés promueve la formación de los ciudadanos, el análisis de la actualidad y el desarrollo de un pensamiento político humanista.
Su objetivo –explica– es «reconstruir a la persona y la sociedad civil, que es lo que el totalitarismo desteje para que todo el poder del Estado caiga directamente sobre un ciudadano individualista e indefenso».
En el centro, entienden que su labor debe ser transversal y llegar a todos los rincones de Cuba. Por eso organizan talleres de educación ética y cívica en las zonas marginales para formar a la gente, por medio de educadores, sobre dignidad humana, derechos y deberes, la familia o el barrio como comunidad humana. También han preparado itinerarios formativos más amplios para los miembros de partidos opositores como Somos Más o la Unión Patriótica de Cuba.
Esta labor ha hecho recaer sobre Valdés y su centro un acoso cada vez más intenso por parte del régimen, que ahora los somete a citaciones, interrogatorios y amenazas «casi semanales».
Dos pulmones: isla y diáspora
A Valdés le enorgullece el hecho de que el pensamiento político que promueve llega también a una diáspora muchas veces impaciente por cambiar el régimen y crítica con las perspectivas más posibilistas. «La gente de dentro y la diáspora son nuestros dos pulmones –asegura–. Nosotros buscamos la unidad en la diversidad, porque en Cuba parece que el que no piensa igual es un enemigo. No es así, y la mentalidad general parece ir cada vez más hacia una transición pacífica y gradual».
¿Cuál es el papel de los obispos en este proceso? «También la Iglesia en Cuba –responde Valdés– está en transición: en los últimos años el Papa ha nombrado a varios obispos muy pastorales, encarnados y proféticos en medio del pueblo y con un perfil político muy bajo». Eso, reconoce, le alegra: «A la Iglesia no le corresponde ponerse del lado de un partido, sino la mediación, la educación, la formación de las almas. Pero cuanto más cercanos sean los pastores más influirán las necesidades del pueblo en sus palabras y sus acciones».
Aún es pronto para percibir cambios en Cuba. Al cumplirse tres meses de la llegada al poder de Miguel Díaz Cánel, para Dagoberto Valdés el mayor motivo de esperanza es justamente que los cubanos manifiesten cada vez más su inconformidad por la falta de perspectivas.
El Centro de Estudios Convivencia asiste a los primeros compases de la nueva presidencia desde una actitud de «espera activa», dijo Valdés durante una reciente visita a Madrid, de la mano del Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Un elemento de juicio interesante será para él hasta dónde se permitirá el trabajo por cuenta propia, una incipiente apertura paralizada en el último año. Importante es también la llegada de inversión extranjera a empresas estatales, pero advierte del peligro de crear nuevos monopolios, y aboga en cambio por generar un tejido de pequeñas y medianas empresas. Otra cuestión sobre la que pone el foco Valdés es el juicio sobre los crímenes del castrismo. «Hay mucho dolor acumulado –dice–. La memoria histórica debe ir acompañada de un proceso de justicia y, después, de magnanimidad para avanzar hacia la reconciliación». Pero un ambiente en el que se busque venganza «hará que los mandatarios se aferren al poder».