El madrileño exorcista de San Petersburgo
El claretiano madrileño José María Vegas llegó a Rusia por tres años como misionero y lleva ya 21 años allí. Acaba de aparecer en el programa de Telemadrid Madrileños por el mundo
«Madrileño del barrio de Latina», dice José María Vegas nada más aparecer en el objetivo de Madrileños por el mundo, donde acompaña a la reportera por las calles de San Petersburgo.
«Lo de venir aquí una aventura y me ofrecí como voluntario sin saber a lo que venía», afirma José María. Hoy da clases en el seminario de San Petersburgo, el único seminario católico en toda Rusia, y en el video se le ve junto a sus seminaristas rezar el Padrenuestro en ruso, así como visitar la iglesia de San Isaac, la más grande de la ciudad y la segunda más grande del país.
Relata también ante la cámara la historia de su vocación: «tras una pequeña crisis adolescente, en la que vi claro el dedicar mi vida a Dios y a los demás», pero lo más llamativo son los pormenores de su oficio como exorcista de la diócesis: «Soy el exorcista diocesano desde hace nueve años. Me llamó un día el obispo y me dijo: “Quiero que seas el exorcista”. Pero yo no tengo ningún poder especial, solo tengo el nombramiento del obispo, y me limito a rezar», asegura.
José María cuenta que ha tenido cuatro casos de posesión en este tiempo, y en el video cuenta cómo es el ritual de exorcismos, en el que ha tenido algunas experiencias inquietantes, como cuando «una persona que no conocía ruso ni latín me respondía en estos idiomas», o cuando le hizo una pregunta mental a una mujer poseída «y ella me contestó en español». «Yo era muy escéptico –reconoce José María–, pero al ser exorcista me he acabado convenciendo».
Además de su labor pastoral en San Petersburgo, José María sigue en contacto con España también a través de los medios de comunicación, como en este artículo que escribió hace años para Alfa y Omega y en el que contaba cómo es la Navidad cerca del Polo Norte:
La Navidad en Múrmansk (Rusia), a apenas 2.000 kilómetros del Polo Norte, en el Círculo Polar Ártico, tiene un sabor del todo especial. Se celebra en plena noche polar, que dura dos largos meses. En ese tiempo, los que vivimos allí creemos que existe el sol, que no aparece, aunque a veces se insinúa: cada día un par de horas, tras un leve resplandor que no cuaja en amanecer; de vez en cuando en ese milagro de luz nocturna que es la Aurora boreal. Son como sacramentos del astro rey. Vivimos a la espera del nuevo nacimiento del sol, que tiene lugar solo a mediados de enero. Pero, entretanto, el 25 de diciembre, la pequeña comunidad católica de Múrmansk (y los católicos de las poblaciones circundantes, en un radio de unos 200 kilómetros) se reúne a celebrar que, en medio de la oscuridad (la polar, la de nuestra tormentosa historia), realmente nos visita el sol que nace de lo alto, el que viene a iluminar la noche y señalar el camino, Cristo Jesús, nacido en Belén. Otra peculiaridad de la Navidad católica en Múrmansk, como en toda Rusia, es que es día de trabajo. La Navidad ortodoxa, por el calendario juliano, se celebra el 7 de enero. Los católicos tienen que hacer un esfuerzo adicional para, tras la jornada laboral, ir a la iglesia (para muchos muy distante, en la ciudad, incluso desplazándose desde otras ciudades) y reunirse para la celebración eucarística. Todo lo compensa el clima humano y cristiano extraordinariamente cálido, verdaderamente comunitario, que el párroco, el sacerdote claretiano argentino Juan Emilio Sarmiento, ha sabido crear en esta pequeña pero viva e inquieta comunidad parroquial. Tras la misa siempre nos reunimos a compartir una cena navideña preparada por los mismos parroquianos, en la que abunda la comida y la alegría. Como se puede comprobar, las auroras boreales tienen también su versión litúrgica y fraterna.