El libro del cardenal de Nueva York
No sé por qué las editoriales andan flojas de tino, a la hora de hacerse con un libro que pegaría fuerte en nuestro país, porque habla de una de las figuras señeras de la Iglesia, Timothy Dolan, el cardenal arzobispo de Nueva York. El libro es una serie de entrevistas que el periodista John L. Allen mantiene con el prelado, en las que no sólo hay asuntos domésticos, sino cuestiones de máxima actualidad y asuntos personales. El título original es A people of hope (Gente de esperanza). «¿Tiene usted momentos de duda?», y el cardenal Dolan responde: «Por supuesto, muchas veces me pregunto ¿Estoy preparado para esto?, ¿soy la persona adecuada para hacerlo? Estoy convencido de que una de las cosas a no temer, es dar a conocer a la gente que tenemos preocupaciones y dudas. En lo que creo verdaderamente es en que Dios nunca te llamará para una acción sin darte toda la gracia para llevarla a cabo».
Yo he tenido la suerte de participar en dos celebraciones de la Eucaristía con el nuevo cardenal, y reconozco que tiene el gracejo del americano que ha nacido en una cultura de la oralidad, donde en la enseñanza prima la narración. Maneja lo sobrenatural y lo natural como si no hubiera lindes, por eso su discurso invita a entrar en Dios sin espesuras. El libro no es una específica biografía de Dolan; el periodista se fija más bien en el presente y futuro de la Iglesia católica, de ahí el plus de interés. Cuando era obispo de Milwaukee, al primer seminarista al que envió a estudiar a Roma le propuso hacer la licenciatura en Eclesiología: «Es el tema candente de nuestro tiempo, explicar al mundo la identidad de Cristo en su Iglesia». Por eso, citando al sacerdote y escritor Ronald Rolheiser, comenta: «Hoy queremos un rey sin reino, un pastor sin otras ovejas, un padre, pero teniéndome a mí como único hijo, y éste es un gran reto».
El cardenal Dolan no tiene miedo a los escándalos de la Iglesia, los afronta, sabiendo que remiten permanentemente al pecado y a la necesidad de curación. Por eso denomina a la Iglesia el hospital de los pecadores. Cada vez que celebra la Eucaristía en la catedral de San Patricio, en el corazón de Manhattan, para él es como ir a Nazaret, porque, «cuando celebro la Eucaristía, el Verbo se hace carne». Esto necesita un editor con urgencia.