Solo un planteamiento dualista, donde la persona es pura autonomía y el cuerpo es algo disponible a discreción, y un liberalismo extremo, en el que todo podría ser objeto de contrato, incluido el cuerpo, podrían llevarnos a la aceptación legal y ética de la maternidad subrogada (MS) que Ciudadanos presenta hoy jueves con una Proposición No de Ley en el pleno de la Asamblea de Madrid y cuyo impulso cuenta, ya sin complejos, con la complicidad del Partido Popular y con el voto en contra del PSOE, al considerar éste, según su portavoz Ángel Gabilondo, que «no se debe permitir la utilización del ser humano como espacio de préstamo de sus cuerpos para los intereses de quienes recurren al tratamiento de la gestación subrogada».
Como el PSOE, también el feminismo lo tiene claro: la MS convierte a la mujer en un objeto y conduce a la discriminación entre ricos y pobres, ejerciendo coerción económica sobre la mujer más necesitada. El mismo Comité Nacional de Ética francés consideraba en el año 2010 que la MS representa una nueva forma de explotación de la mujer, negando la indisponibilidad del cuerpo humano.
La primacía del interés o de los deseos de los adultos sobre los derechos de los hijos conducen no sólo a prescindir de la complementariedad varón-mujer para concebir y educar al hijo, sino incluso a la pérdida del carácter personal del proceso de gestación: la procreación ya no es el resultado de una relación sexual, futo de la entrega y del amor, sino producto de la técnica.
A esta profunda modificación de las relaciones interpersonales, capaz de configurar un nuevo escenario social donde los progenitores se convierten en dadores de gametos, se ha llegado, por un lado, desde la irrupción de una sociedad tecnológica que da prioridad a la técnica sobre la ética, y por otro, desde una «ideología de género» que reivindica «derechos sexuales y reproductivos». Se reclama así el derecho a la subrogación del vientre materno. Llegados a este punto ya se sabe lo que ocurre, los deseos de los adultos en España suelen convertirse en ominosas conquistas sociales.
Aunque la génesis parecía ofrecer una imagen solidaria de la MS, en la actualidad nos encontramos inmersos en la deriva de un contrato de subrogación, ofreciéndose a cualquier persona que desee un hijo y no pueda gestarlo, como es el caso de los homosexuales. El primer acuerdo de MS tiene lugar en el año 1976, patrocinado por el abogado Noel Keane, creador de la Sorrogate Family Service Inc. Su finalidad consistía en ayudar a parejas con dificultades para concebir, facilitándoles el acceso a madres sustitutas y gestionando los trámites jurídicos. Sin embargo, semejante visión inicial se ha desvanecido, concurriendo ahora finalidades menos altruistas, justificando incluso que la MS conlleva asociada una transacción económica. Así es como se llegó a los actuales «vientres de alquiler». En junio de 2011, el grupo feminista israelí Isha I’Isha manifestó que lo que ahora sucede con la subrogación es ajeno al regalo que se hacía a una pareja infértil, haciéndose de la MS una nueva forma de esclavitud. A pesar de tratarse de una técnica muy costosa, el protagonismo adquirido parece radicar en ser una opción adoptada por numerosos personajes famosos, como Elton John o Ricky Martin, Nicole Kidman o Robert de Niro, Sharon Stone o Miguel Bosé.
El contrato de subrogación se asemeja a un contrato de compraventa de niños que produce la negación de principios fundamentales. En primer lugar, se reconoce como un derecho de la madre gestante abandonar al niño al nacer, renunciando así a sus responsabilidades y deberes. En segundo lugar, se reconoce también la mercantilización de la filiación, al hacerla depender de un contrato económico, tolerando incluso la posibilidad de una filiación fragmentada. El niño podría tener hasta cinco progenitores: madre biológica, padre biológico, madre uterina, madre legal y padre legal. Supone, en tercer lugar, la cosificación del hijo: lo acordado entre adultos puede encontrar al hijo como objeto de litigio, como ya ocurrió en 1986 en Estados Unidos o en 2010 en Vancouver.
En España la Constitución establece en el artículo 39 que «la ley posibilitará la investigación de la paternidad». Sin embargo, la situación legal es distinta en el caso de la MS, advirtiendo en esta diferencia de trato una discriminación legal sólo explicable por los motivos económicos que impulsan a donar gametos. Todo esto ha llevado a lo que se denomina como «la industria de la maternidad» o «el turismo de la fertilidad».
Las conclusiones sobre la propuesta de Albert Rivera y el voto a favor de Cristina Cifuentes son, pues, muy negativas. Respecto a la madre portadora conlleva un riesgo de instrumentalización de su cuerpo. Los sistemas jurídicos occidentales han comprendido que, frente a la libre disposición de los objetos, las personas, incluidos los cuerpos, no son objeto de comercio, y que la libertad de los individuos para establecer contratos tiene unos límites. Respecto al hijo, la legalización de la MS significaría mercantilizar la filiación, puesto que ésta dependerá de la celebración de un contrato perfectamente retribuido económicamente. Por lo demás, el niño queda en una enorme indefensión, dado que su situación depende de las cláusulas establecidas en dicho contrato, lo cual no garantiza la protección de sus derechos.