El Líbano «no está solo» para salir del agujero
En la jornada de ayuno y oración por el Líbano tras la explosión de agosto, el secretario de Estado del Vaticano esbozó el camino para que el país salga de la crisis. «El mundo lo necesita»
«En medio de una tragedia, hace falta amor», apunta el obispo emérito de Beirut (Líbano), Boulos Matar. Y los libaneses han sentido el de la Iglesia universal con especial intensidad desde que, el 4 de agosto, la explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto de Beirut asolase la ciudad. Dejó atrás más de 200 muertos, 6.000 heridos y a 300.000 personas sin hogar, y destrozó tres hospitales, una docena de centros de salud, y buena parte de las reservas de alimentos del país.
La última prueba de la cercanía del Vaticano ha sido la jornada de ayuno y oración convocada el 4 de septiembre por el Papa Francisco, que envió a Beirut a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin. Monseñor Matar asegura que «ha sido muy positivo para la gente» escuchar de sus labios, una y otra vez, «no estáis solos». Lo dijo el día 3 en el encuentro con líderes religiosos en la catedral maronita de San Jorge, y poco después en el santuario nacional de Harissa, donde añadió que «juntos reconstruiremos Beirut». Y se lo repitió al día siguiente al presidente Michel Aoun.
¿Un nuevo comienzo?
No eran solo palabras de aliento ante una catástrofe. Parolin no dejó de aludir a la profunda crisis que vive el país. «Estamos en un agujero del que no podemos salir solos», lamenta el obispo emérito en conversación con Alfa y Omega. En lo económico, la población pobre ha pasado del 28 % al 55 % en un año, con el golpe añadido de la pandemia de COVID-19 y de la explosión. En un país, además, donde un tercio de los seis millones de habitantes son refugiados. El descontento social que inspiró la oleada de protestas que comenzaron en octubre pasado no amaina. Y la Iglesia no se cansa de denunciar la corrupción de la clase política.
¿Un nuevo comienzo?
Tras la elección el 31 de agosto de un nuevo primer ministro, Mustafá Adib, que ahora debe formar gabinete, el cardenal Parolin invitó a los líderes religiosos a «luchar para que el Gobierno sea mejor y favorezca la transparencia y la responsabilidad». Dos días antes el presidente francés, Emmanuel Macron, también desde Beirut, dejó claro que cualquier ayuda internacional estará sujeta a que haya reformas. Si esta presión diera fruto, monseñor Matar cree que «la explosión podría suponer un nuevo comienzo para el país».
El Líbano tiene «amigos» para ayudarlo, afirmó Parolin. Una afirmación en sintonía con la insistencia durante los últimos meses del patriarca maronita, el cardenal Bechara Boutros Raï, de que el país de los cedros no debe dejar que los intereses sectarios lo aíslen de la comunidad internacional y de sus aliados. Monseñor Matar explica que la causa profunda de la crisis política del país, más allá de la corrupción, es el conflicto por el control de Oriente Medio entre Estados Unidos e Irán, que actúa en el país a través del grupo chiita Hizbulá. «Somos el bote que sufre cuando el viento y el océano pelean», ilustra. Fray Firas Lufti, responsable de la Custodia de Tierra Santa en el Líbano, Siria y Jordania, añade que también otros grupos políticos, incluidos los cristianos, forman alianzas con países en conflicto», como los ya mencionados o Turquía, Catar o los europeos; algo que «solo puede complicar las cosas». Todo lo que se haga por un acercamiento en la región, contribuirá a la paz del Líbano, concluye el obispo.
«La Suiza de Oriente Medio»
Al tiempo, la apuesta de la Iglesia para escapar de la tormenta es doble: «neutralidad activa» en los conflictos regionales —ser «como la Suiza de Oriente Medio», apunta el obispo emérito—; y «preservar la identidad del Líbano», como subrayó Parolin al presidente Aoun. Monseñor Matar está convencido de que Roma tiene tanto interés por el Líbano porque es el único país de la región con un número significativo de cristianos (alrededor de un tercio), que «son libres para predicar el Evangelio y han convivido desde hace siglos en igualdad con los musulmanes». «El mundo necesita esta experiencia única», insistió el cardenal Parolin. Perderla, continúa el obispo, supondría que se perdiera «en todo Oriente Medio. Ni el Vaticano ni nadie pueden aceptar eso».
Por ello el secretario de Estado invitó a los líderes religosos a promover «una ciudadanía inclusiva basada en el respeto a los derechos y deberes fundamentales» de todos. Es, matiza monseñor Matar, un objetivo a largo plazo que implica promover una mentalidad moderada. Con el objetivo de «formar líderes capaces de llevar adelante esta misión en el mundo», la Iglesia maronita puso en marcha en julio el Pacto Educativo Nacional, del que nacerán distintas iniciativas en universidades, colegios y en la propia sociedad.
Desde el primer momento tras la explosión de Beirut, la Iglesia se volcó en hacer llegar ayuda. El Papa envió 250.000 euros, y Ayuda a la Iglesia Necesitada aprobó un proyecto por la misma cantidad, destinado a dar alimentos a casi 6.000 familias. Más recientemente, la Iglesia copta envió once toneladas de suministros. También la Custodia de Tierra Santa, que tiene encomendadas las comunidades latinas, está poniendo en marcha proyectos. En el de Santa, por ejemplo, preparan un programa de apoyo psicológico y 100 familias se benefician de un proyecto que nació antes de la explosión, debido a la crisis. «El paro ha aumentado dramáticamente», explica fray Firas Lufti, responsable de la Custodia en el país y superior de esa comunidad. Incluso si se conserva el puesto, los sueldos han perdido valor. «Las familias apenas pueden sobrevivir», y los jóvenes no ven futuro.
Más allá de la ayuda de emergencia, a la Iglesia le preocupan otros problemas. Monseñor Boulos Matar subraya que es una prioridad reparar en un mes, antes de que empiece el frío, las 60.000 viviendas dañadas. «No queremos que la gente tenga que mudarse, para que no estén tentados de dejar el país». Cáritas, OMP y otras entidades ya se han puesto manos a la obra y «quizá puedan arreglar 5.000. Pero no es suficiente». Debería implicarse el Gobierno. «No hay dinero y se acaba el tiempo». El cardenal Parolin también subrayó que era urgente que los colegios abrieran lo antes posible para que el curso académico sea normal.