El Papa remarca en Fratelli tutti que, al ver a «cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios», las religiones son clave «para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad». Así, en sus encuentros y mensajes, alienta una y otra vez a los líderes religiosos a tender puentes y trabajar por la paz.
Con motivo de la primera Jornada de la Paz para Oriente, celebrada el pasado domingo, pidió a los patriarcas católicos de Oriente Medio que defiendan su presencia convertidos en «la sal» de esa tierra y en busca del «bien común». Y el lunes, ante una delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, abogó por «derribar antiguos prejuicios y superar definitivamente rivalidades dañinas».
Este jueves, desde el Vaticano, lanzará un mensaje parecido con motivo de la jornada de oración con líderes cristianos del Líbano, sumido en una profunda crisis que no ha hecho más que intensificarse desde la explosión en el puerto de Beirut hace casi un año. Francisco sabe que la estabilidad de este pequeño país, tantas veces ejemplo de convivencia, es capital para la región y no quiere que el mundo lo olvide. No lo olvidemos.