El Jurado. El show de Ronald - Alfa y Omega

El Jurado. El show de Ronald

Isidro Catela
El actor Ronald Gladden es el único que no sabe que el juicio es una farsa
El actor Ronald Gladden es el único que no sabe que el juicio es una farsa. Foto: Amazon Prime.

Hablando con un amigo de cosas tan serias como las series, salió a colación el término lawfare. Ya saben, esa broma pesada que se nos ha colado en el inicio de la legislatura y que amenaza con poner patas arriba la separación de poderes. Así, entre realidad y ficción, me preguntó que si no había visto El jurado (Jury Duty), y entonces me acordé de que la tenía pendiente y de que no podía esperar más. No hagan como yo, disfrútenla cuanto antes, que he tardado demasiado. De los productores de The office, El jurado es una serie tan seria como divertida en la que el protagonista principal, Ronald Gladden, se convierte en una suerte de Truman, ya saben, aquel del show que vivía en una burbuja y al que le habían cambiado la vida por un reality sin que él conociera otra cosa que la falsa realidad. Aquí, en El jurado (Amazon Prime), también todos están al tanto del pastel; todos menos él, que forma parte del inmenso decorado con una mezcla de bobalicona sonrisa, a lo Jim Carrey, y una bonhomía que hace imposible no quererle.

Son ocho episodios, en ocasiones desternillantes, con una pizca de complicidad surrealista con el espectador, que no puede dejar de mirar y de formar parte también de la farsa. Nada es lo que parece, usted lo sabe y es cómplice. La mezcla de reality, sitcom y experimento social funciona muy bien. Dese el gustazo de jugar con la justicia y de ser parte, por un buen rato, del rocambolesco engaño. Creerá, bajo la amabilidad y la frescura de la propuesta, que todo es banal, pero, muy probablemente, se terminará sorprendiendo, preguntándose de qué se está riendo, reflexionando acerca de la locura y de la cordura, o de si acaso no es bastante más de fiar el justo que los once pecadores. De eso se trataba: de mirar con piedad un cuadro excéntrico sobre el que es inevitable pensar si no será tan (o más) real que la vida misma.