El Judas de Don Primo Mazzolari
En algunas fiestas populares, en países de tradición católica, se suele quemar, o ahorcar, un muñeco que representa al apóstol traidor. Por el contrario, Don Primo Mazzolari nos recuerda que Judas puede ser cualquiera de nosotros. Lo hemos sido tantas veces en tantas pequeñas cosas
Don Primo Mazzolari, el párroco de un pueblecito llamado Bozzolo, no lejos de Mantua, y cuya tumba fue visitada por el papa Francisco en junio de 2017, pronunció una sorprendente homilía el Jueves Santo de 1958. Atardecía y en el exterior de la iglesia llovía con intensidad, mientras los feligreses de aquella parroquia escuchaban la homilía de la Misa que daría paso al lavatorio de los pies de doce muchachos de la localidad.
Don Primo podía haberse referido a la Eucaristía, al mandamiento nuevo o haber meditado sobre las horas que precedieron a la Pasión. Sorprendentemente no lo hizo y dijo a su auditorio que iba a hablar de Judas. Referirse al apóstol traidor no parecía ser muy edificante para los feligreses. Otro párroco habría quizás lanzado una diatriba contra Judas y contra quienes parecían seguir su ejemplo en este mundo. ¿Qué cabía decir de alguien al que el propio Jesús se refirió en el evangelio como un hombre que sería preferible que no hubiera nacido? Sin embargo, el párroco empezó a hablar del pobre Judas y pidió un gesto de piedad para él, sin miedo a calificarle de «nuestro hermano Judas» y sin avergonzarse de ello. Surgió así una insólita homilía de la misericordia, y es muy posible que un hombre culto, como aquel sacerdote, no ignorara la existencia de un capitel en la iglesia románica de la Magdalena de Vezélay, en el que Jesús, bajo los rasgos del buen pastor, carga sobre sus hombros a Judas. A esta imagen aludió también el papa Francisco en uno de sus discursos durante el año de la misericordia. Una imagen inexplicable y poco divulgada porque el aborrecimiento de Judas es universal.
En algunas fiestas populares, en países de tradición católica, se suele quemar, o ahorcar, un muñeco que representa al apóstol traidor. Y además se hace con algazara, a modo de ceremonia festiva y liberadora, pero hay que recordar que semejantes ritos no tienen nada de cristiano. La redención que nos trae Jesús, con su muerte y resurrección, no está vinculada al castigo de Judas. Por el contrario, la Iglesia nos recuerda, al igual que Don Primo Mazzolari en su memorable homilía, que Judas puede ser cualquiera de nosotros. Lo hemos sido tantas veces en tantas pequeñas cosas. Lo malo es que un cúmulo de pequeñas traiciones puede dar lugar a una traición mucho mayor. Es verdad que Jesús dijo que el que entregare al Hijo del hombre no debería de haber nacido, aunque también lo es que ofreció a Judas un pedazo de pan untado y acaso le miró fijamente, con cierta expresión de tristeza porque uno de sus apóstoles, elegido por él entre otros muchos, le iba a traicionar. Pero en el huerto de los olivos, en el instante del prendimiento, Jesús llamó amigo a Judas. El Maestro daba muestras de su perseverancia, propia del pastor que deja a las noventa y nueve ovejas en el monte, y estaba dando una oportunidad a Judas. Y a pesar del arresto de Jesús, el arrepentimiento de Judas seguía siendo posible. Allí estaba, según Don Primo, «la infinita ternura de la caridad del Señor». Todo un ejemplo para que nadie desespere, ni de sí mismo, ni de los demás, tampoco de aquellos que están más alejados de la fe cristiana.
Se nos recuerda en esta homilía que Judas estuvo presente en el lavatorio de los pies, cuando Jesús llamó amigos a sus apóstoles. Un Dios que no llama a los suyos siervos sino amigos, es un Dios que es fiel a sus promesas. De ahí que siguiera llamando amigo a Judas en el momento en que éste consumaba su traición. Nos ha llamado amigos y lo somos para siempre. Él siempre es fiel. Las infidelidades pueden ir llenando poco a poco el corazón con un triste resultado, pero siempre hay un antídoto en el consejo de Jesús que nos recuerda Don Primo Mazzolari. Lo dijo en la noche de Getsemaní: «Velad y orad para no caer en tentación». Nos lo dice a todos, a los que están lejos y a los que creen estar más cerca, porque nadie debería confiar en sus propias fuerzas.
Jesús y la misericordia van siempre juntos. Esa misericordia aguardaba a Judas cuando arrepentido fue a devolver el dinero que le habían pagado por su traición. Su error fue haber desesperado. No desesperó Pedro, pese haberse atormentado a sí mismo por sus negaciones. Lloró amargamente, pero no pensó que estaba condenado para siempre. Respecto a Judas, se suicidó. Se nos dirá que el desenlace es definitivo. Sin embargo, Don Primo Mazzolari no se resigna y no lo hace porque Jesús ha llamado amigo a Judas. El sacerdote se aferra a la esperanza de que esa palabra haya hecho efecto en el corazón de Judas, aunque haya sido en un mínimo instante.
La homilía del párroco de Bozzolo finalizó con una invitación a rezar por Judas, que no es hacerlo solo por este apóstol sino también por todos y cada uno de nosotros. Somos débiles y podemos llegar a ser otros Judas. Pero a todos nos ha llamado amigos, porque su misericordia permanece para siempre y Jesús no puede negarse a sí mismo.
Antonio R. Rubio Plo / Páginas Digital