El jefe de la Gendarmería Vaticana renuncia tras filtrarse la suspensión de cinco funcionarios
El Papa le ha dado a Domenico Giani las gracias por su «fidelidad y lealtad sin fisuras durante veinte años» al servicio de tres papas
Con dolor por ambas partes, el Papa Francisco ha aceptado el lunes la dimisión del comandante de la Gendarmería Vaticana, Domenico Giani, a raíz de la reciente fuga de un documento sobre la suspensión cautelar de cinco funcionarios del Vaticano. El Santo Padre le ha dado las gracias por su «fidelidad y lealtad sin fisuras durante veinte años» al servicio de tres papas.
La marcha de Domenico Giani es una historia triste y opaca, que no puede archivarse sin más a pesar de los elogios y agradecimientos mutuos en una despedida forzada por intereses y maniobras que todavía no han salido a la luz.
Por decisión del Papa, la Oficina de Prensa del Vaticano ha subrayado que «a pesar de no tener ninguna responsabilidad personal en el caso —la filtración del documento—, el comandante Giani ha puesto su cargo a disposición del Santo Padre en espíritu de amor y fidelidad a la Iglesia y al sucesor de Pedro».
El comunicado añade que Francisco «le ha manifestado su aprecio por este gesto, reconociéndolo como una expresión de libertad y de sensibilidad institucional que honra la persona y el servicio prestado».
Y termina reiterando que el Papa le ha agradecido personalmente «la alta competencia demostrada en muchos servicios delicados, también en el ámbito internacional, y el nivel de indiscutible profesionalidad que ha traído al Cuerpo de la Gendarmería.
El ex comandante, a su vez, ha dado efusivamente las gracias a Francisco, «quien conocía algunas dificultades personales que experimento desde hace meses y también el deseo de dedicar más tiempo a mi familia: mi mujer, Chiara, y mis hijos, Lucas y Laura».
El mando de la Gendarmería ha quedado en manos del «número dos», el ingeniero Gianluca Gauzzi Broccoletti, nombrado vicecomandante el pasado mes de diciembre, cuyo perfil y experiencia son mucho más limitados.
Domenico Giani, antiguo oficial de la Guardia de Finanzas y miembro de los servicios de información italianos llegó a la Gendarmería Vaticana con 36 años en 1999 para desempeñar el cargo de «número dos» junto al legendario comandante Camillo Cibin, a quien sustituyó en junio de 2006.
Desde entonces, las amenazas terroristas y electrónicas se han multiplicado, por lo que Giani ha llevado a cabo una vigorosa modernización de la «policía» del Vaticano, que ha ganado peso relativo respecto al «ejército», es decir, la Guardia Suiza.
Bajo su mandato, los 150 gendarmes han realizado cursos de adiestramiento con los Carabinieri italianos y con el FBI en Estados Unidos, han creado una sección especial antidisturbios y han modernizado tanto la sala de control como los sistemas de interceptación de teléfonos y señales electrónicas.
La admisión de la Gendarmería Vaticana en Interpol en 2008 facilita desde entonces los intercambios de información sobre sospechosos incluso antes de que lleguen a plantear un peligro al Papa o a los peregrinos en la plaza de San Pedro.
Desde 2002, el comandante de la Gendarmería es también jefe de los bomberos y la protección civil del pequeño Estado del Vaticano, cuya superficie no llega a medio kilómetro cuadrado pero cuya complejidad y patrimonio artístico supera a cualquier otro.
En una prudente separación de tareas y cadenas de mando, la Gendarmería es un cuerpo civil que se encarga de la seguridad de todo el territorio y de la plaza de San Pedro durante las ceremonias del Papa, a las órdenes del cardenal gobernador del Estado del Vaticano, en la actualidad Giuseppe Bertello.
La Guardia Suiza, en cambio, es un cuerpo militar que se ocupa solo de supervisar las «fronteras» —las puertas de entrada al Vaticano— y de la seguridad personal del Papa, bajo el mando del vicesecretario de Estado, en estos momentos el venezolano Edgar Peña Parra.
Tanto en la plaza de San Pedro como en los viajes, el último anillo de seguridad personal en torno al Papa está formado conjuntamente por el jefe de la Gendarmería y un responsable de la Guardia Suiza con varios de sus hombres.
El comandante Giani ha tenido que realizar numerosas investigaciones de altos cargos del Vaticano a raíz de irregularidades económicas o fugas de documentos, lo cual le ha valido ganarse envidias y enemistades.
Giani informó personalmente de su dimisión a los gendarmes este domingo, pidiéndoles que no divulgasen la noticia. Su relevo ha sido precipitado por la filtración de su orden de impedir o limitar el acceso al Vaticano a los cinco funcionarios de la secretaría de Estado y de la Agencia de Información Financiera (AIF) suspendidos el pasado día 2 de octubre al día siguiente del registro, sin precedentes, de sus oficinas.
La orden era correcta, pero a diferencia de ocasiones anteriores en que se enviaba solo por escrito a los puestos de control, en esta ocasión fue enviada por correo electrónico a todos los miembros de la Gendarmería y la Guardia Suiza.
Ese envío a unas 300 personas facilitó que alguien filtrase a la prensa italiana un documento que incluía fotos de los cinco suspendidos —incluido Tommaso Di Ruzza, director de la Agencia de Información Financiera (AIF) y el sacerdote Mauro Carlino, director de la Oficina de Información y Documentación de la secretaría de Estado— en un estilo parecido al de los carteles de «Se busca».
«Comparable a un pecado mortal»
El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, manifestó el sábado que el Santo Padre había ordenado investigar «la difusión ilícita de un documento interno de las fuerzas de seguridad de la Santa Sede cuya gravedad, en palabras del Papa Francisco, es comparable a un pecado mortal, pues daña la dignidad de las personas y el principio de presunción de inocencia». La investigación de un claro delito presuntamente por un miembro de un cuerpo de seguridad fue encargada a uno de los fiscales adjuntos del Vaticano.
Algunos días después de la suspensión de los cinco funcionarios se supo que los registros —a raíz de denuncias presentadas a la fiscalía del Vaticano por el director del banco del Vaticano (IOR) y la oficina del Revisor General— estaban relacionados con el uso del Óbolo de San Pedro y con la solicitud irregular de un financiamiento de 150 millones de euros al banco del Vaticano para pagar la hipoteca de un edificio de lujo en Londres. Era una de las inversiones inmobiliarias, absolutamente opacas, de la secretaría de Estado.