«¡Finalmente!» A Francisco le surgió esta palabra de forma espontánea, casi como un suspiro. «Ahora las cosas son más fáciles», replicó Cirilo. Pocas palabras pescadas en el aire. Fueron parte del primer diálogo, cara a cara, entre un Papa de Roma y un patriarca de Moscú. Ocurrió el viernes 12 de febrero en La Habana. El aeropuerto José Martí se convirtió, por unas horas, en el escenario neutro deseado para el cruce de civilizaciones. Y no solo para un abrazo, ya de por sí histórico, sino también para un compromiso común. Una declaración conjunta que poco tuvo de tibia. Una neta toma de posición ante las crisis más angustiantes de la humanidad.
«Esto es la voluntad de Dios»
«Somos obispos, somos hermanos». La palabra «hermano» fue la más usada por Jorge Mario Bergoglio, tras haber saludado a Cirilo. «Es claro que esto es la voluntad de Dios», agregó el líder católico. Pasaban de las 14:15, hora local, de ese viernes 12. Una fecha que quedará plasmada en los libros de historia como el día en que se abatió uno de los últimos muros de la dialéctica Oriente versus Occidente.
El Papa lo buscó con insistencia desde el inicio del pontificado. Quería abrazar al patriarca ruso. Para hacerlo contaba con un comodín: México. Un país que esperaba su visita y podía ser la excusa ideal para estar cerca de Cuba. Y así fue. La isla actuó como un válido mediador entre las dos partes y el protagonista de la gestión fue el mismo presidente, Raúl Castro.
Francisco le agradeció públicamente a él su involucramiento cuando, sentado junto a Cirilo, tomó brevemente la palabra y apuntó que «si Cuba sigue así, se convertirá en la capital de la unidad».
Según lo previsto, el avión del Papa llegó a La Habana el viernes a las 14 horas. Al pie de la escalerilla lo esperaba Castro, con quien se reunió brevemente antes de ser conducido a una habitación contigua, donde aguardaba Cirilo. Daban exactamente las 14:26 horas cuando el Papa y el patriarca se dieron un amistoso saludo, cegados por los flashes de los numerosos fotógrafos presentes. Tras intercambiar un breve saludo, el patriarca invitó al obispo de Roma a sentarse en unas sillas.
Junto al patriarca se sentaron un traductor del ruso al español y el metropolitano Hilarión, responsable del Departamento de Relaciones Eclesiásticas del Patriarcado. Al lado del líder católico se ubicó el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos del Vaticano, y otro traductor.
Ambos tuvieron buen trato desde el principio, como si hablaran el mismo idioma. Para el coloquio privado fue reservado un tiempo de dos horas, tras el cual se tuvo un intercambio de regalos, la firma de una declaración conjunta (en ruso y en italiano) y discursos improvisados de ellos dos. Francisco entregó una reliquia de san Cirilo y un cáliz. Recibió a cambio una copia pequeña de la Virgen de Kazán.
Cristianos perseguidos
Al tomar la palabra, tras firmar la declaración, el patriarca Cirilo aseguró que en las dos horas de coloquio con el Papa tuvieron una «discusión abierta», donde se escucharon las posiciones mutuas y se concluyó que ambas Iglesias pueden cooperar defendiendo a los cristianos en todo el mundo. El Papa Francisco, por su parte, coincidió en que ambos hablaron «claramente y sin medias palabras», estableciendo una serie de iniciativas que consideró «viables» y que «se podrán realizar».
En el documento, el Pontífice y el líder ortodoxo expresan su angustia por la persecución contra los cristianos en todo el mundo, especialmente en el Medio Oriente y en el norte de África, además de condenar de manera neta el terrorismo. «Los intentos de justificar actos criminales por consignas religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser cometido en nombre de Dios, porque Dios es Dios de paz y no de confusión», escriben.
El texto constata el éxodo masivo de cristianos de Siria, Irak y otros países de la región, donde la violencia ha cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y medios de sustento a millones de personas. Y hace una llamada a la comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo; a tomar medidas inmediatas para evitar el desplazamiento de los cristianos y al mismo tiempo, a través del diálogo, a contribuir a una pronta obtención de la paz civil.
Francisco y Cirilo urgen al envío de ayuda humanitaria a gran escala para el pueblo que sufre y para los países vecinos. «Dirigimos a todas las partes que puedan estar involucradas en los conflictos un ferviente llamado para manifestar buena voluntad y llegar a la mesa de negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad internacional haga todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo mediante acciones comunes, conjuntas y sincronizadas». «Hacemos un llamamiento a todos los países involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones responsables y prudentes», afirman.
Familia y vida
Más adelante, la declaración habla de la familia como el centro de la sociedad y deja claro que esta solo puede estar fundada por el amor entre un hombre y una mujer. «Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparen ahora con esta unión, y la visión de paternidad y maternidad como de especial vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, se expulsa de la conciencia pública».
«Hacemos un llamamiento a todos a respetar el derecho inalienable a la vida. Unos millones de bebés están siendo privados de la propia posibilidad de aparecer a la luz –añade el texto–. La sangre de los niños no nacidos pide a gritos a Dios que haga justicia». El documento también critica la expansión de la eutanasia y el uso extendido de las tecnologías biomédicas de reproducción, «porque la manipulación de la vida humana es un ataque contra los fundamentos del ser persona».
Un acuerdo «pastoral»
La sonrisa del Papa después del encuentro lo decía todo. Estaba feliz y se notaba. Por eso, aunque no se tenía previsto, apareció en la cabina de los periodistas a bordo del avión papal entre Cuba y México para hacer unas declaraciones breves. Francisco insistió mucho en aclarar que aquel texto no se trató de una declaración «política», sino de la manifestación pública de un acuerdo «pastoral» entre «dos obispos con el mismo bautismo». Y aseguró que se armó un cronograma de actividades en común entre la Iglesia ortodoxa y la católica, «porque el diálogo se hace caminando».
El encuentro con el patriarca de Moscú fue el sueño prohibido de Juan Pablo II. Una ilusión de Benedicto XVI. Pero lo ha logrado el Papa menos pensado, un argentino llamado Francisco. Quienes con él viajaron comprendieron que su pontificado ha sido catalizador de muchas postales sorprendentes, incluido el acercamiento histórico entre Estados Unidos y Cuba. ¿Hasta dónde llegará su espíritu de diálogo para la unidad con los otros cristianos? Solo él puede responder con certeza. Todos los demás solo pueden estar atentos, a la espera de la próxima sorpresa.