Las vaquillas de verdad, como las bicicletas de Fernán Gómez, eran para el verano. Ahora, 18 años después, le tenemos que agradecer a TVE que haya recuperado a las pequeñas vacas, aunque sean de trapo para no herir las sensibilidades de la corrección política. Estamos hablando del regreso de El Grand Prix del verano que, después de hacerse esperar, ha presentado nueva edición este pasado lunes, 24 de julio, con un incombustible —y siempre entrañable— Ramón García al frente. Ha arrancado en el mejor horario posible de los lunes veraniegos, a las 22:30 horas, pero, como suele pasar con este tipo de productos, ha vuelto a patinar con la excesiva duración, ya que nos dio la una de la madrugada frente al televisor.
La vaquilla María Fernanda está en el logo de este Grand Prix redivivo, pero, obviamente, ya no es su estrella, o es una estrella un tanto más apagada. Los dos pueblos que han abierto el juego han sido Colmenarejo (Madrid), apadrinado por Miguel Ángel Muñoz, y Alfacar (Granada), los primeros ganadores, apadrinados por Lolita Flores. Ramontxu, en una presentación más coral que la de antaño, va dando paso a un buen número de los juegos de siempre, desde los troncos locos hasta aquella patata caliente que convirtiera en mítica Chiquito de la Calzada.
Como se trata de entretenimiento blanco, gracias a Dios, y hay que tratar de juntar a varias generaciones ante la tele, el nuevo Grand Prix incluye incorporaciones como la de la streamer Cristinini, el clown Wilbur, el dinosaurio Nico o la actriz Michelle Calvó, que buscan ampliar el abanico de los espectadores potenciales y mandarles un mensaje a los más jóvenes de que la televisión también es para ellos.
En mi opinión funciona mejor el ejercicio de nostalgia que el intento, ojalá que no en vano, de incorporar públicos a la causa, pero bienvenida sea la apuesta y bienvenido sea, sobre todo, un entretenimiento que da lo que promete. Sin más. Pero eso, créanme, en el panorama de la televisión patria, hoy por hoy es muchísimo.