El Gobierno también pide ayuda a la Iglesia para acoger a migrantes
El repunte de llegadas a Canarias «ha pillado al Ejecutivo con el pie cambiado», subrayan desde la CEE, que ha ofrecido la propuesta de los corredores de hospitalidad
Los titulares de la prensa nacional de las últimas semanas han alertado de una «oleada» de inmigrantes hacia las islas Canarias. En algunas ocasiones, este término ha sido sustituido por palabras como «avalancha» o «llegada masiva». Para David Melián Castellanos, director del Secretariado de Migraciones de la diócesis de Canarias, la utilización de este tipo de expresiones es «peligrosísima: es verdad que ha habido un aumento en el número de llegadas», reconoce, pero los términos elegidos para referirse a esta situación «tienen una connotación negativa que alarma a la población». En este sentido, Melián advierte de la proliferación de la xenofobia y también de la aporofobia.
Lo cierto es que cerca de 14.000 personas han llegado a España en el mes de octubre, según datos de ACNUR. Unas cifras que, asegura Melián, son perfectamente asumibles. «Aunque se superaran las cifras de 2006, cuando llegaron unas 30.000 personas, realmente es un número insignificante. No llega ni al 0,04 % de la población», subraya al mismo tiempo que recuerda que, en lo que va de año hasta finales de octubre, Canarias recibió diez millones de turistas y «nadie habla de una invasión de visitantes».
Aun así, el repunte «ha pillado al Gobierno con el pie cambiado», asegura Xabier Gómez, OP, director del departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal. Una «falta de previsión» que ha provocado que «los dispositivos habilitados se hayan quedado cortos», hasta el punto de que han tenido que decretar una «situación de emergencia».
La Iglesia no es la única institución preocupada por la improvisación del Gobierno ante la llegada de los migrantes. Muchos de los pueblos a los que han sido trasladados han elevado sus quejas al enterarse, en algunos casos, de la llegada de estos a sus localidades «por las redes sociales». Así lo denunció el Ayuntamiento de Malpartida de Cáceres, que tiene 4.100 habitantes y donde el Ejecutivo de Sánchez ha enviado a 140 personas. Cabe señalar que a Cáceres ciudad, que cuenta con cerca de 100.000 habitantes y muchos más servicios, solo está prevista la llegada de 40 inmigrantes.
Desde el Consistorio de Malpartida advierten de que es «del todo imposible dar una cobertura de calidad mínima a un número tan elevado de personas con unos recursos tan limitados como los que tiene un pueblo pequeño». La mayoría de personas que llegan «han atravesado situaciones muy difíciles que requieren de servicios sanitarios, sociales, psicológicos y de otra índole de los que la localidad no dispone para hacer frente a esta demanda tan elevada», añaden.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez se ha visto obligado a improvisar 11.000 nuevas plazas en toda España para acoger a todos los migrantes llegados en las últimas semanas. La idea es que 4.000 vayan a cuatro cuarteles militares en desuso, otros 3.000 recalarán en distintos hoteles —una estancia financiada por el Ministerio de Inclusión, Migraciones y Seguridad Social— y el resto se repartirá entre hostales, antiguos hospitales e incluso albergues del Camino de Santiago.
Frente a la descoordinación, el trabajo de la Iglesia sobre el terreno no ha pasado desapercibido para el Gobierno. «Han realizado algún requerimiento pidiendo ayuda al Departamento de Migraciones», reconoce Gómez. Precisamente, la propuesta de la Iglesia española está basada en un trabajo en equipo, coordinado entre todas las diócesis españolas, que a finales de 2022 y principios de 2023 puso en marcha los corredores de hospitalidad.
Esta iniciativa propone la puesta en común de las plazas disponibles en las distintas diócesis para que se puedan dirigir a ellas los migrantes llegados a nuestras costas. El Secretariado de Migraciones de Canarias, que trabaja sobre el terreno, «hace una especie de cribado de las personas o los perfiles de los jóvenes más vulnerables que quieran ser trasladados a la península» y, cuando hay plazas disponibles, «se produce el traslado», detalla Gómez. Una vez en la diócesis de destino, se pone a disposición del migrante «la acogida integral», que «es el modelo con el que trabajamos. Se trata de un proceso de acompañamiento personal a todos los niveles», concluye.