«He visto vibrar el corazón de los musulmanes en Marruecos o el de los obreros en China»
José Manuel García no ha perdido su acento andaluz a pesar de llevar 13 años viviendo en Italia y de haber viajando por los cinco continentes. Ha estado varias veces en Cuba, Vietnam, África, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Jamaica, México… Ha cantado y trabajado por la paz y la fraternidad con los budistas en Tailandia, los musulmanes en Marruecos o los jóvenes obreros en China. Ahora está en España junto con el resto de sus compañeros del grupo Gen Rosso, que están de gira en nuestro país hasta el dos de octubre. Hablamos con José Manuel de camino a Granada donde este miércoles Gen Rosso ofrecerá el tercer concierto de su gira española.
Para quien no lo conozca, ¿qué es el Gen Rosso?
Gen Rosso es un grupo musical que nace dentro del ámbito del movimiento de los focolares, que es uno de los varios movimientos que surgieron en el siglo XX. Los focolares tratan de vivir el Evangelio, llevarlo a la sociedad, con el carisma propio de la unidad. Y Gen Rosso siendo parte de este movimiento, intenta hacer esto mismo a través del arte, de la música.
Tiene su origen en Italia donde nosotros vivimos, cerca de Florencia, y durante el año viajamos por todo el mundo. Por ejemplo, acabamos de volver de estar 2 meses de gira en Sudamérica, en Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay trabajando con chavales que se estaban recuperando de la droga. Hemos estado haciendo talleres artísticos y sociales con ellos. Tratamos de difundir los valores del Evangelio a través del arte pero con un lenguaje más asequible.
¿Qué se va a encontrar la gente en los conciertos de esta gira española?
A priori se va a encontrar un concierto acústico normal de un grupo internacional. Lo importante es el mensaje. A través de canciones intentamos transmitir al público, como dice una de nuestras canciones, que hay otra humanidad. Hay gente que en el silencio está trabajando por un mundo mejor, por un mundo con más esperanza, por un mundo que no es solo negativo como a veces se piensa. Como dice el proverbio chino: «hace más ruido un árbol que se cae que todo un bosque entero que va creciendo en silencio». Nosotros, que nos movemos por los cinco continentes, constatamos cuánta gente hay trabajando por un mundo mejor, dando la vida. Y todo eso es lo que intentamos cantar. El público se va a encontrar con un grupo que intenta vivir lo que canta y que intenta cantar lo que vive.
¿Da fruto esta labor?
Sí, hay muchísimo fruto. Mira te cuento dos ejemplos. El primero me pasó a mí en persona hace 5 años. Fuimos a República Checa a cantar e hicimos unos talleres. Yo hacía el de percusión y había un chaval –Robin– que era de etnia gitana. Hicimos buenas migas y cogimos confianza. Al final, él me dio un ramillo y yo le regalé una cadena con una cruz. Al irnos nos escribimos mensajes durante un tiempo. Luego le perdí la pista. A los 4 años volvimos a República Checa y me lo encontré después del concierto. Me estuvo contando su vida y me dijo: «mira vosotros me habéis cambiado la vida. Esa semana que estuvimos trabajando juntos en los talleres me di cuenta de que a través del arte se puede integrar a las personas. Claro, yo soy de raza gitana, y aquí en Chequia sufro mucho la discriminación. No solo yo sino que lo veo en mis hermanos de raza y desde que les vi a ustedes me han dado ganas de trabajar, de dar mi vida por cambiar algo en la sociedad». Robin hizo trabajo social y ahora trabaja en un proyecto artístico para la integración de los gitanos y de vez en cuando me manda vídeos con los gitanos en República Checa cantando rap. Ahora lo he vuelto a ver en la JMJ en Cracovia.
Y te cuento otra vivencia. Esta no la viví yo en persona, la vivió otro de mis colegas. Una chica, al terminar un concierto en Austria, se acercó emocionada a un miembro del grupo. La chicha no paraba de llorar y dar las gracias. Lloraba, lloraba y lloraba. El compañero le dio un abrazo para consolarla y le preguntó qué era lo que más le había gustado. Ella le contó que ese día había decidido suicidarse. Salió de casa para quitarse la vida pero pasó por la puerta del concierto de casualidad, vio que era un musical entretenido con bailarines. Al escuchar las canciones volvió a tener esperanza. Ese día habíamos representado un musical y la chica se sintió interpelada con una canción que dice «tú has nacido para amar». Al escuchar esa frase se le vino el mundo encima y decidió abortar su plan.
¿Qué hace un español como tú, un andaluz, en un grupo como este?
Soy sevillano. Llevo 13 años en el grupo. Conocí a los focolares en la parroquia, de chico. Lo que más me impactó fue la relación que había entre los jóvenes que participaban en la reuniones. Eran una vez al mes. Comentábamos una frase del Evangelio y luego intentábamos vivirla. Vi como el Evangelio se podía vivir en el día a día y poco a poco me fue interesando más. Cuando terminé la carrera me fui a Italia. Había una ciudadela de los focolares donde intentaban vivir así todo el año. Quería ver como sería el mundo si viviésemos así. Y fue una cosa preciosa. Al final me quedé dos años. Después volví para Barcelona.
Paralelamente iba desarrollando mi faceta musical. Empecé a tocar siendo chico en la banda de mi pueblo y en la Semana Santa de Sevilla. En la ciudadela es donde viven los miembros del Gen Rosso. Allí me conocieron. Justo en ese momento el anterior bajista terminó su paso por la banda y se fue a África. Al irse el bajista empezaron a buscar un sustituto y se acordaron de mi. Yo viví en Barcelona y trabajaba de ingeniero técnico. Me hicieron una propuesta. Me pareció fuerte. Sabía que por un tiempo no podría dedicarme a mi profesión . Pero pensé que valía la pena. «Vale la pena dejarlo todo y dedicar unos años de la vida a llevar a todo el mundo el mensaje del Evangelio», me dije. En estos 13 años hemos estado en los cinco continentes. Hemos estado 5 veces en China, en Cuba, Vietnam, África, América, Brasil, Argentina, Jamaica, México…
¿Qué es lo que más te ha marcado?
Yo llegué a priori como bajista que intentaba vivir este tipo de espiritualidad, este tipo de relación con los demás. Pero claro, esta es la lógica del Evangelio: cuando uno más se dona, uno más recibe. He visto como ha calado el mensaje en todo tipo de gentes. He visto vibrar el corazón de los budistas en Tailandia, los musulmanes en Marruecos o los jóvenes obreros en China. Me ha enriquecido mucho. Me siento más llamado a entregarme a los demás.
Budistas en Tailandia, el musulmanes en Marruecos o los jóvenes obreros en China… ¿Cómo surgieron estos encuentros?
La mayor parte de la población de Marruecos es musulmana pero los focolares tiene bastante amigos que se identifica con la espiritualidad del movimiento, incluso siendo musulmanes. Tu eres musulmán, yo soy cristiano, pero juntos podemos trabajar por un mundo mejor. Estábamos de gira en España, en Sevilla, que no queda lejos de Tánger. Nos invitaron a dar un concierto en la universidad de Tánger para gente joven. Durante la actuación nombramos a Dios y entonces todos empezaron a gritar, pero a gritar de alegría. Se reconocieron en el mensaje. Les hablábamos de Dios padre, al que ellos llaman Alá.
Lo mismo en Tailandia. Varios monjes budistas amigos de los focolares nos decían «Buda nos enseña la compasión. Cuando vosotros habláis de Jesús, que acepta la propia muerte y lo hace por amor a los demás. Eso es lo que nos propone Buda». Entonces no invitaron a diferentes escuelas budistas para llevar nuestro mensaje a los jóvenes de allí.
Se acerca el final de tu etapa como integrante del Gen Rosso, ¿con qué te quedas?
Lo más grande es la gratitud del corazón. Me llevo un corazón lleno, feliz. También un gracias enorme a Dios por haberme dado esta experiencia. Gracias a mis colegas del grupo, a los que están ahora y a los que han pasado a lo largo de los años. Hemos afrontado muchísimas batallas juntos. No siempre es fácil. A veces la situación te somete a bastante estrés. Todo forma parte de una escuela, y una escuela también de coherencia. Primero intentamos vivir entre nosotros lo que después cantamos en el escenario. Si entre nosotros no lo vivimos, sería una máscara lo que llevamos al escenario. Gratitud a todo eso. Siempre hemos tirado para adelante, incluso cuando nos hemos caído. Y eso es importante, seguir hacia delante con esperanza. La gente quiere vivir en un mundo en paz, en un mundo unido.