El futuro es de Dios - Alfa y Omega

El futuro es de Dios

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

En distintas ocasiones, Benedicto XVI se ha referido a los jóvenes como la Iglesia del mañana. En estos últimos días de despedida antes de que se haga efectiva su renuncia como Sumo Pontífice, resultan especialmente significativos dos actos recientes del Papa que tienen como protagonistas a los jóvenes. Así, ante los participantes en la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, convocados bajo el lema Las culturas juveniles emergentes, Benedicto XVI denunció el «clima difuso de inestabilidad» en el que vive parte de la juventud actual. «Muchas veces –añadió el Papa–, la incertidumbre y la fragilidad que caracterizan a tantos jóvenes a menudo les empujan a los márgenes de la vida, y les hacen casi invisibles; y la esfera afectiva y emocional se ve fuertemente afectada por este clima», algo que también afecta a la dimensión religiosa, pues «la experiencia de la fe y la pertenencia a la Iglesia se viven, a menudo, desde una perspectiva privada y emotiva».

Sin embargo, «no podemos conformarnos con clichés» sobre la juventud, explicó Benedicto XVI. Señaló que, entre los jóvenes, se perciben también «datos positivos como el voluntariado, las experiencias de fe sincera y profunda, y los esfuerzos para construir, en muchas partes del mundo, sociedades que respeten la libertad y la dignidad de todos, empezando por los más pequeños y más débiles». Por tanto, es necesario «renovar nuestra fe en los jóvenes. La Iglesia tiene confianza en los jóvenes, espera en ellos y en sus energías, y necesita su vitalidad para continuar con renovado entusiasmo la misión confiada por Cristo».

Por el camino de la cruz

En este sentido, en su visita, la semana pasada, al Seminario Mayor de Roma, Benedicto XVI se dirigió a los jóvenes seminaristas para reconocer que, «ser llamados a conocer el rostro de Cristo, a ser católicos, es un don. Debemos estar alegres porque Dios nos ha concedido esta gracia, esta belleza de conocer la plenitud de la verdad de Dios, la alegría de su amor».

Asimismo, al igual que en ocasiones anteriores, señaló cuál es la hoja de ruta –que no es otra que el camino de la cruz– para los que son, en definitiva, la Iglesia del mañana: «En la actualidad, los cristianos son el grupo más perseguido en el mundo, porque no siguen la tendencia del egoísmo y del materialismo. Aun habiendo contribuido a la formación de la cultura occidental, los cristianos viven, desde siempre, en una condición de minoría y como extranjeros. Debemos rezar al Señor para que nos ayude a aceptar esta misión de vivir como minoría en cierto sentido, y a vivir como extranjeros, siendo responsables de los otros, dando fuerza al bien en nuestro mundo».

De este modo, «para servir al Señor en nuestro tiempo», es necesario recordar que «nadie puede ser cristiano sin seguir al Crucificado, sin aceptar el aspecto martirial de la fe. El árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino que crece siempre de nuevo. Tenemos motivo para no dejarnos impresionar por los profetas de la desventura, que ven a la Iglesia como un árbol que creció durante dos mil años, pero al que le ha llegado el momento de morir». Más bien al contrario, «el futuro es de Dios, realmente: ésta es la gran certeza de nuestra vida, el verdadero y gran optimismo que conocemos».