El exterminio de una población entera no es cosa del pasado
Gracias a múltiples guardianes de la memoria vamos conociendo más datos sobre los genocidios perpetrados en el siglo XX. El primero fue el armenio y, el último, el 74 intento de destrucción del pueblo yazidí por parte del Daesh
Ha sido el más reciente en publicarse en la colección que la editorial Última Línea dedica a los genocidios, pero fue el primero del siglo XX. Después le siguieron el Holocausto, el ruandés, el yazidí. De hecho, el término genocidio nació después de este ataque contra la población armenia por parte del Imperio otomano, suceso que ha ido muy despacio formando parte del conocimiento colectivo, pero que tiene sus férreos embajadores. Gracias a ellos vamos aprendiendo más sobre el intento de destruir a esta población, la primera nación cristiana de la historia.
Uno de estos guardianes de la memoria es Ricardo Ruiz de la Serna, colaborador de Alfa y Omega y pozo de sabiduría, que acaba de condensar en 94 páginas todas las preguntas y respuestas sobre el intento de hacer desaparecer a los armenios. Intento que, como vimos a finales de 2020 con la disputa entre Azerbaiyán y la región armenia de Nagorno Karabaj, aún colea. Aunque ahora el intento de diezmar el país pase por seguir reduciendo sus fronteras.
Ricardo Ruiz de la Serna
Última Línea
2022
94
9,95 €
Hubo una voluntad clara de destruir un grupo humano. Ruiz de la Serna analiza pormenorizadamente los antecedentes que conformaron el caldo de cultivo para que el Imperio otomano pusiera en el punto de mira a esta minoría, que, por cierto, destacaba, al igual que griegos y judíos, en el comercio. «Eran grandes intermediarios comerciales entre Oriente y Occidente», explica el autor, y ofrece datos curiosos, como que uno puede seguir el curso de la expansión comercial armenia a través del establecimiento de sus imprentas. La primera fue en Venecia, en 1567, y de allí llegarían a una veintena de ciudades, terminando en Calcuta en 1796.
Tuvieron momentos de esplendor tras las guerras ruso-turcas y la conquista por parte del Imperio de los zares del territorio de la Armenia histórica; estos «habían hecho de la protección de las minorías cristianas en el Imperio otomano uno de los ejes de su política exterior». Tanto fue así que, de los 20.000 armenios que había en Ereván en 1827, pasaron a ser 700.000 a finales del siglo XIX. Pero tras pasar diversas vicisitudes, llegó la represión por parte de los otomanos y desde 1894, con las matanzas hamidianas, empezó el desastre. «La primera parte del genocidio fue la destrucción de la élite política, intelectual y cultural armenia». Se cifra en 300.000 el número de hombres de negocios, clérigos y maestros que fueron ejecutados en la etapa inicial. «Se crearon cuerpos especiales» para terminar con el pueblo armenio. «Se utilizó el ordenamiento jurídico para los traslados forzosos de la población, incluidos grupos que no suponían un peligro, como los ancianos y los niños». Fueron obligados a marchar a pie en condiciones infrahumanas, lo que, unido a la falta de alimentos, agua y medicinas, terminó con la vida miles de personas.
Ruiz de la Serna concluye con un poso de esperanza. Aquellos turcos, árabes y kurdos que salvaron a los armenios, algunos por motivos humanitarios pero no altruistas —«los rescatados eran empleados en trabajo doméstico u obligados a convertirse al islam»— y otros por mera caridad, como los casos de vecinos que protegieron a sus amigos o a perfectos desconocidos de su terrible destino. «Hubo muchos turcos que salvaron las vidas de armenios». Como Mahmen Agha, que protegió a Missak Pareghian, hija de un amigo suyo. «Me mantuvo con él hasta el final y no le dijo a nadie en el pueblo que yo era armenia», dejó la mujer como testimonio legado.
Ethel Bonet
Última Línea
2020
105
9,95 €
El del pueblo yazidí es otro de esos aniquilamientos poco conocidos. Ethel Bonet, corresponsal que ha cubierto no pocos conflictos, aumenta la colección de Última Línea dedicada a los genocidios recordando a estos kurdos que han sobrevivido a 74 intentos de destrucción, 60 de ellos perpetrados por musulmanes. Asociados a infieles adoradores del diablo, que temen hasta lavarse —dicen, entre múltiples malas interpretaciones—, han sido acosados desde el mandato del califa Omar Ibn al-Jattab, en el año 634. En este primer ataque «se derramó tanta sangre yazidí que, hasta la fecha, se utiliza el término sorka alem —mundo rojo— para describir esta etapa», cuenta Bonet.
No pensemos que es cosa del pasado. El último de los genocidios contra ellos lo llevó a cabo el autodenominado Estado Islámico en pleno siglo XXI, en la región de Sinjar. «Pero las rivalidades políticas entre el Gobierno regional kurdo y el nacional iraquí impiden que se establezcan iniciativas legales para el reconocimiento internacional de los crímenes cometidos por el Daesh como acto de genocidio», explica la periodista.
• Para entender cómo se pudo llegar a confeccionar una maquinaria tan mortal en Alemania sin que Europa reaccionase, hay que conocer el antisemistismo previo del siglo XIX. Isidro González lo analiza en Antisemitismo y genocidio.
• En Ruanda, cien días de fuego se relata cómo el miedo y muerte se expandieron en una espiral planificada por el extremismo político del Hutu Power en lo que se considera el mayor genocidio de finales del siglo XX.
• El genocidio kurdo aborda la trágica historia de este pueblo, que nunca ha conseguido encontrar un territorio propio permanente y ha sufrido la maldición —que no bendición— de poseer riquezas naturales como el petróleo.