El espejismo de la paz
Estos negociadores de paz tienen puesta su confianza en una sociedad civil que escuche a quienes creen que la violencia no tiene la última palabra. También, como dijo el Papa en Asís, pueden las religiones indicar la salida. No sería la primera vez
Si alguien observara esta imagen aislada de su contenido puede pensar en un encuentro de amigos. El tono, aparentemente distendido, no casa con la solemnidad del momento. Porque detrás de esta foto está la búsqueda desesperada de apoyo para lograr una paz sólida y duradera en un territorio, la Franja de Gaza, que se ha convertido en un infierno en la tierra.
El ex primer ministro de Israel Ehud Olmert y el exministro de Asuntos Exteriores de Palestina Nasser al Kidwa, junto a otros dos activistas, presentaron su propuesta de solución a un conflicto que acumula más sufrimiento del soportable: más de 42.000 muertos —el 2 % de la población de Gaza—, de los cuales más de 11.000 son niños, dejando además a cerca de dos millones de personas sin hogar y una ola de destrucción y caos. Piden el alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes israelíes y la de un número acordado de detenidos palestinos en cárceles israelíes y la reanudación de las negociaciones para el establecimiento de dos Estados separados y en paz, con cesiones territoriales mutuas.
Lejos de provocar algún cambio en quienes consideran esta guerra una «causa justa», como la califica Benjamin Netanyahu, la ofensiva en la Franja de Gaza y en el Líbano no ha parado de recrudecerse, sin posibilidad de acceso a la ayuda humanitaria. Del sábado al domingo pasados un bombardeo israelí mató a 87 personas en la zona y la intención del primer ministro es proseguir la guerra sin dar ninguna posibilidad a la diplomacia, como piden sus antecesores, con una gran experiencia en las negociaciones de paz en Oriente Medio. Olmert, que fue primer ministro hasta 2009, firmó durante su mandato un alto el fuego en la guerra del Líbano de 2006 y fue el responsable del último intento real de un acuerdo de dos Estados.
No es la primera vez, además, que mandatarios de ambos países recurren al Vaticano como intercesor, buscando la esperanza de la paz en el encuentro entre religiones. Hace diez años, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, y el entonces presidente israelí, Shimon Peres, escenificaban junto al Papa un gesto de unidad interreligiosa frente a la violencia, huyendo de las «falsas retóricas» que se olvidan, encubren y favorecen las desigualdades y las injusticias, tal y como declarara Pablo VI en su primera Jornada Mundial por la Paz, en el año 1968.
Desde entonces, la Iglesia no se ha cansado de repetir que la paz no es solo la ausencia de guerra. Y que, para lograrla, hay que tener voluntad de crear las condiciones para ella. Un año después de la terrible matanza y secuestro de más de un millar de israelíes, la cifra de muertes ha hecho perder cualquier atisbo de esa «causa justa» a la que se aferra el líder israelí, como si estuviera batallando una suerte de lucha contra el mal, mientras sume al país en una euforia belicista ni siquiera apaciguada por las movilizaciones de la población.
Es en ella en quien tienen puesta su confianza estos negociadores de paz: en una sociedad civil que escuche a quienes creen que la violencia no tiene la última palabra. También, como dijo el Papa en Asís, pueden las religiones indicar la salida. No sería la primera vez.