El empleado de Google que enseñó programación a una persona sin hogar
Aprender un nuevo idioma no es fácil, pero si además se trata del lenguaje de programación, entonces la cosa se complica bastante. Afortunadamente, la recompensa es grande porque aquellos llegan a dominarlo crean programas, páginas web, aplicaciones para móviles y un montón de recursos que nos hacen la vida más fácil. Esto es lo que le sucedió a Leo Grand, una persona sin hogar de la ciudad de Nueva York que llevaba dos años buscando comida entre la basura.
«Yo trabajaba en la multinacional MetLife. Un día la empresa vendió mi división, nos despidieron a todos y perdí mi casa. Desde entonces, vivo en la calle» cuenta Leo Grand, un neoyorkino de 44 años. «Un día se acercó a mi un chaval joven, de unos 20 años más o menos y me dijo: “Te doy cien dólares ahora mismo y te los gastas en lo que te dé la gana, o te regalo este ordenador portátil junto con tres libros y una hora de clases particulares gratis durante los próximos cuatro meses”. Lo vi claro: escogí el portátil y las clases, porque en el fondo cien pavos te duran apenas una semana, pero aprender a programar te puede durar toda la vida».
El buen samaritano es Patrick McColongue, un norteamericano de raíces irlandesas que trabaja en Google. En aquél entonces tenía 22 años. Siempre hacía el mismo trayecto camino del trabajo y durante unas semanas se cruzó casi a diario con Leo. Le sorprendió ver que se había fabricado un pequeño gimasio al aire libre con algo de chatarra. Una noche decidió idear un plan y al día siguiente le llevó un portatil, unos libros y una oferta.
«Su memoria era algo increíble, casi nunca teníamos que repasar nada porque lo cogía todo al vuelo», cuenta el improvisado profesor. Leo estudiaba seis horas más después de cada sesión con Patrick. Apuntaba sus dudas en cartón o en servilletas usadas. «Además era muy creativo… ¡abrió un perfil en Facebook y consigió 38.000 seguidores!, recuerda McColongue.
Árboles por coches fue el título que Leo eligió para el lanzamiento de su primera App: «Cuando vives en la calle respiras mucho humo. Pensé que si toda esa gente que acude a trabajar en sus grandes coches pudiesen compartirlos, se reduciría la polución de la ciudad». La aplicación fue todo un éxito y en unos meses consiguió reunir 15.000 dólares. Un tiempo después, Patrick se mudó a Silicon Valley, en California, pero sigue en contacto con Leo cada vez que viaja a Nueva York.
Hoy Leo sigue viviendo en la calle. Ha donado casi todas las ganancias a un albergue. Sigue programando de vez en cuando, pero menos de lo que le gustaría.
Manuel Barcina Alonso / Crónica Blanca