El emotivo homenaje de José María Cano a sus amigos cooperantes fallecidos
15 años después de la muerte de Julián Campo y Santino Manzano, ambos voluntarios de las misioneras de la Caridad, José María Cano los homenajeó en el monasterio de Santa Clara de Castrojeriz
21 de agosto de 2006. Julián Campo y Santino Manzano acababan de completar el Camino de Santiago y ya volvían en tren a su lugar de residencia después de haber asistido a Misa y haber comulgado aquella mañana en la catedral compostelana. Nunca llegaron a su destino. Un accidente de tren en Villada (Palencia) se llevó por delante la vida de estos dos cooperantes que trabajaron con la madre Teresa de Calcuta hasta el final de sus vidas.
15 años después, el 21 de agosto de 2021, el cantante y compositor José María Cano les rindió homenaje con un concierto en el monasterio de Santa Clara, en la burgalesa Castrojeriz. «En sus años de voluntariado fueron felices e hicieron feliz a mucha gente necesitada. Siguen presentes en el recuerdo y en las vidas diarias de sus seres queridos», afirmó el artista, amigo personal de ambos, al compartir recientemente un vídeo de la interpretación en su canal de YouTube.
El lugar escogido por Cano para el homenaje no es un lugar cualquiera. Cuando ambos murieron, el pueblo decretó tres días de luto oficial. No habían nacido allí, pero «son considerados como vecinos de la localidad. Han sido muchos los años en los que han estado en este municipio trabajando como hospitaleros», voluntarios del Camino de Santiago, afirmó la alcaldesa de entonces un día después del fatal accidente que les costó la vida. De hecho, todo el dinero que dejaban los peregrinos en el albergue de Castrojeriz, cuando Manzano estaba allí de voluntario, este lo llevaba año tras año a Etiopía para las obras de caridad de las hermanas de madre Teresa. No se quedaba ni un céntimo. «Confiaba en la providencia de tal manera que nunca dudó que cada día le iba a llegar todo aquello que necesitara», revelan desde el entorno del cooperante.
¿Dónde estaba Dios?
Cano tenía una gran amistad con Julián Campo y Santino Manzano, sobre todo con el último. De hecho, cuando el músico empezó a pintar, Manzano fue su asistente durante los dos primeros años. El cooperante dedicaba la mitad de su tiempo a trabajar con José María y la otra mitad a hacer voluntariado en Etiopía con las misioneras de la Caridad. «Tenía gracia porque yo le acompañaba en mis vacaciones, o me iba a estar con él cuando tenía un rato. Él era mi asistente en el trabajo pictórico y yo, en cambio, era su asistente en el trabajo del voluntariado», confesó el propio Cano durante otro homenaje en la catedral de Burgos en 2007, retransmitido entonces por TVE y compartido también recientemente por el artista en YouTube.
Por su parte, «Julián Campo tenían mucha responsabilidad en el centro Prem Dan de madre Teresa en Calcuta», del que nunca se pudo escapar. «No tuve el valor de marcharme cuando vine a Calcuta. Fueron los peores cinco días de mi vida. Me preguntaba si era necesario tanto dolor, si hacía falta llevar los extremos de la miseria a unas experiencias tan horrendas», solía decir.
Ante todos estos hechos, Cano se pregunta «¿dónde estaba Dios aquel día?», porque «si había dos personas buenas y útiles para el mundo, eran ellos dos». Pero, «curiosamente, tanto a Santino como a Julián, que rondaban los 50 años, les costaba ya físicamente hacer el trabajo que hacían. Era muy cansado». De esta forma, «ya no tenían nada. No podían seguir haciendo lo mismo a lo que habían dedicado su vida», «así que no era un mal momento para ellos para marcharse», concluye el artista.