El embarazo compartido «no tiene sentido e incrementa los riesgos»

El embarazo compartido «técnicamente no tiene sentido e incrementa los riesgos»

Una técnica de reproducción asistida permite que la fecundación tenga lugar en una cápsula en la vagina de la mujer y luego transferir los embriones a otra

María Martínez López
Embarazo compartido
Foto: Freepik.

El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia ha criticado el anuncio del primer caso en Europa de un «embarazo en el que dos mujeres han compartido el mismo embrión». Se trata de una pareja de Palma de Mallorca, que en su deseo de ser madres han recurrido a la cadena de clínicas de fertilidad balear Juaneda Fertility.

Fue la misma empresa la que a principios de abril dio a conocer en su web el caso de este niño, que se prevé que nazca en noviembre. Para ello, se ha recurrido a la técnica INVOCell, que sustituye la fecundación in vitro por introducir en la vagina de la mujer una cápsula que contiene varios ovocitos y esperma, con la pretensión de que los ovocitos sean fecundados durante los tres o cinco días siguientes. Un método alternativo es inyectar el espermatozoide en el ovocito y luego introducir este en la cápsula.

Pasado este tiempo se extrae la cápsula, se analiza qué embriones tienen más probabilidad de salir adelante y se introducen en el cuerpo de la mujer. En este caso, la innovación consiste en que ha sido una de las mujeres la que llevó la cápsula en su vagina, y otra en la que se implantó el embrión y lo está gestando el resto del embarazo.

Pseudoexperiencia de maternidad

Julio Tudela, director del observatorio, valora para Alfa y Omega que se trata de «una propuesta que surge dentro de esta diversificación» de la reproducción que está surgiendo en la sociedad contemporánea. En este caso, se trataría del extremo contrario a la gestación subrogada: en vez de obtener un hijo sin pasar por el embarazo, se pretende simular lo más posible la experiencia de un embarazo normal. Todo ello, con el objetivo de «dar una falsa sensación de maternidad que excede el entorno natural», con una motivación exclusivamente «sentimental».

Así se desprende de la propia publicidad de Juaneda Fertility, que subraya que «la paciente tiene el protagonismo desde el primer momento» y ofrece «una experiencia mucho más íntima y personal. Te permitirá estar junto a tu futuro hijo desde el primer día». A ello se suma, en el caso de las parejas de lesbianas, la posibilidad del embarazo compartido. En palabras de Tudela, «se trata de que dos mujeres tengan la pseudoexperiencia de haber gestado al mismo bebé»

«Técnicamente no tiene sentido», afirma tajante. No aporta «ningún beneficio» al proceso ni evita los problemas que se derivan del hecho de que la fecundación ocurre fuera del cuerpo de la mujer. «La gestación es un proceso complicadísimo, en el que antes de la implantación, durante el tránsito por la trompa de Falopio, ya hay un intenso diálogo bioquímico entre el embrión y su madre», que culmina con la anidación en el endometrio.

«En la reproducción asistida se salta esta etapa, y pensamos que esto tiene que ver con la menor probabilidad de lograr un embarazo a término» en comparación con la gestación natural. INVOCell no es una solución para esto porque el embrión «no entra en contacto en ningún momento con el cuerpo de la mujer».

De hecho, en realidad «solo se introduce una complicación más al ya complejo proceso» de la reproducción asistida. «Es mucho más difícil de controlar la fecundación en la vagina que en laboratorio, donde hay una temperatura estable» y se controlan otros parámetros. Luego, hay que extraerlo del cuerpo de la mujer y manipular los embriones, por lo que «incrementa los riesgos asociados».

No es más admisible moralmente

La revista Reproducción asistida, de hecho, explica que el principal inconveniente de esta técnica es que «impide a los embriólogos valorar si la fecundación se ha producido de manera correcta, ya que evaluarán directamente los embriones. Esto puede resultar en la transferencia de embriones con alteraciones cromosómicas». Algo que la mentalidad eugenésica de la reproducción artificial intenta evitar con técnicas de diagnóstico y selección de embriones para descartar a los que tiene problemas. Por eso, afirman los autores, esta técnica no se ha expandido demasiado y no muchas clínicas la utilizan.

Entre las ventajas de INVOCell, la misma publicación online valora que, dependiendo de las clínicas, «puede tener menos coste que la fecundación in vitro tradicional». Y también que «puede ser una opción cuando la FIV convencional no es aceptada por motivos éticos, religiosos o culturales».

Tudela desmiente esta afirmación. El único argumento con el que se podría intentar sustentarla es que la fecundación se produce dentro del cuerpo de la mujer. Sin embargo, no se cumple el principal requisito —al menos dentro de la moral católica—, que es que se dé en el contexto de «un abrazo amoroso entre un varón y una mujer». Además, para que se produzca esta fecundación dentro del cuerpo de la mujer «hay que extraer el esperma del varón, extraer un ovocito de la mujer» —o de donantes—, y después de dicha fecundación «extraer la cápsula», seleccionar uno o varios embriones —para aumentar las probabilidades de éxito— e insertarlos, «descartando o congelando el resto». Un proceso en absoluto natural.