Leamos cómo los comunistas intentaron destruir a los pueblos de Europa central y oriental. Escuchemos la historia de cómo trataron de quebrantar las resistencias nacionales. Recordemos por qué sucedió, cómo deportaron a centenares de miles de lituanos, estonios y letones a campos de trabajo en Siberia. Traigamos al presente las categorías que resumen el horror de nuestro tiempo: las policías políticas, la propaganda, la censura, la mentira, los juicios farsa, las prisiones, las torturas, los traslados forzosos, las condiciones inhumanas destinadas a causar la muerte, el hacinamiento, el hambre, el frío… Nada de esto era casual ni fruto de circunstancias inesperadas, sino la ejecución de una estrategia política, social, económica y militar imprescindible en todo régimen totalitario.
Durante décadas, la URSS y las «democracias populares» trataron de ocultar estos crímenes. Intentaron esconder la atrocidad del Holodomor, la destrucción por hambre de millones de ucranianos, y las deportaciones de los pueblos del Báltico. Intentaron mancillar los nombres de los intelectuales y los religiosos a quienes persiguieron, encarcelaron y asesinaron en Estonia, Letonia, Lituania y tantos otros países que sufrieron la tiranía comunista. El informe de Kruschev al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que describía el horror de las purgas, las torturas, las deportaciones y otras abominaciones, se presentó en secreto. No pudieron evitar, sin embargo, que la verdad se supiese. Algunos de los libros que describían el universo concentracionario —Archipiélago Gulag (1973), de Alexander Solzhenitsyn, por ejemplo— se tuvieron que publicar fuera de la URSS y circularon por el país de forma clandestina. Tener estos libros, escuchar estas voces, recordar estos hechos era peligrosísimo.
Los relatos del horror han sobrevivido, sin embargo, a los perpetradores de los crímenes. La verdad tiene una fuerza que ni la censura, ni la mentira, ni el adoctrinamiento ni la propaganda pueden silenciar por completo. En España, la editorial Ciudadela ha publicado Lituanos junto al mar de Láptev, el libro autobiográfico de Dalia Grinkeviciute (Kaunas, 1927-1990) que cuenta su experiencia en los campos de trabajo de Siberia. Dalia fue detenida la noche del 14 de junio de 1941, a los 14 años, junto a su hermano y su madre, en ejecución de las instrucciones de Stalin para la deportación de decenas de miles de lituanos. Del 14 al 18 de junio de aquel año 17.500 personas fueron trasladadas por la fuerza a Siberia y a las costas del océano Glacial Ártico. Fue la primera de las deportaciones que, entre 1941 y 1953, ordenó el régimen soviético. En total, más de 130.000 lituanos, en su inmensa mayoría mujeres y niños, terminaron en campos de trabajo en el interior del territorio soviético.
Esta obra nos permite conocer de primera mano la terrible experiencia de la autora. La acompañamos en las dos deportaciones que sufrió y en su fuga para regresar a Lituania. Todo el libro es un canto a la resistencia humana, a la dignidad y a la memoria. A veces, esta escritora, que estudió Medicina y terminó trabajando en un hospital, resume en una frase la esencia del totalitarismo: «La verdad objetiva se convirtió en la verdad del partido». Hay pasajes de una enorme actualidad que, precisamente por eso, nos resultan doblemente inquietantes: «A menudo se citan las palabras de Lenin que afirman que la prensa es el arma del partido. Es cierto: con ella se dispara, se hiere, se apuñala, se vulnera».
Los comunistas fracasaron en su intento de destruir a la nación lituana al igual que fracasaron en sus intentos de doblegar a otros pueblos. El dolor que sufrió no llegó a ahogar la esperanza. Toda opresión genera formas de resistencia. Una de ellas es la literatura.
Dalia Grinkevičiūtė
Ciudadela
2020
296
18,90 €