Una madre palestina: «El dolor de los israelíes que han perdido a sus hijos es igual que el mío»
La organización palestino-israelí Combatants for Peace organizó un año más este lunes su homenaje a los caídos en el conflicto. 200.000 personas de todo el mundo siguieron el acto, en el que personas de ambos bandos compartieron sus historias de cómo habían pasado del dolor por la pérdida de un ser querido a estar convencidos de la necesidad de trabajar por la paz
Alaa era un muchacho palestino de 14 años. Había nacido en 1986 en el campo de refugiados de Al Aroub, dentro de una familia cuyos cuatro abuelos habían sido desplazados por la ocupación israelí. En octubre del año 2000, se escapó de casa para ir a una manifestación de Al Fatah. Su padre se lo había prohibido por un mal presentimiento.
El chico volvió sano y salvo después de haberse enfrentado con soldados israelíes. Pero un rato después, cuando la familia tomaba el té en el porche de su casa en el campo de refugiados, escucharon gritos que se acercaban. «Antes de entender qué pasaba vi su taza de té saltar en pedazos y la sangre salpicar por todas partes», cuenta su madre, Yusra. Gravemente herido, el hospital de Hebrón logró trasladarlo a un centro con más medios en Arabia Saudí. Allí estuvo ingresado 16 días, hasta que «Alá decidió llevárselo».
Necesidad de venganza
Luego vino el arresto del marido de Yusra, que pasó un año en una cárcel israelí. Poco después de ser puesto en libertad, le diagnosticaron cáncer. «Pero a pesar de todas estas dificultades hoy quiero transmitiros un mensaje de esperanza», confesó Yusra en un testimonio leído el lunes durante la 15ª edición del acto de homenaje a todas las víctimas del conflicto palestino-israelí, organizada por la organización Combatants for Peace (Combatientes por la Paz), ligada al Foro de Familias Palestinas e Israelíes en Duelo.
Fueron miembros de esta última entidad los que un tiempo después de la muerte de Alaa contactaron con Yusra. Por aquella época, «tenía una gran necesidad de vengarme para apagar el fuego que me ardía dentro. No sabía qué hacer con ello». Cuando le propusieron empezar a participar en los encuentros entre palestinos e israelíes que habían perdido a seres queridos a causa del conflicto, al principio se negó. Era «estar cara a cara con el enemigo que había matado a mi hijo».
Sin embargo, poco a poco fue cediendo. «Conocer a padres en duelo del otro lado me ha enseñado que su dolor es el mismo que el mío. Y en vez de buscar venganza entendí que es mejor trabajar por la paz en vez de instigar la violencia».
Una «ocupación ilustrada»
Más de 200.000 personas de todo el mundo se conectaron el lunes al homenaje de Combatants for Peace para escuchar testimonios como el de Yusra. Este homenaje se organiza cada año el 27 de abril, cuando en Israel se celebra el Yom HaZikaron, una jornada por las víctimas de la violencia.
Otra de las víctimas que compartieron su historia fue Hagai Yoel, un israelí de 45 nacido en un kibutz y criado en el nacionalismo hasta convertirse en un sionista. «Creía que nosotros teníamos la razón, que éramos la única democracia de Oriente Medio, que nuestra mano siempre está tendida en busca de paz» pero que, a falta de a quién estrechársela, Israel se veía obligado a «implementar una “ocupación ilustrada”» en los territorios palestinos.
En la Pascua judía de 2002, su hermano Eyal, reservista del Ejército israelí, murió en pleno combate tratando de rescatar a otra unidad que había sufrido una emboscada. Tras su muerte, Hagai se cerró al mundo durante 14 años. No quería «ver, oír», ni sentir. Lo despertó el hecho de que Combatants for Peace (un grupo «con el que no me identificaba») hubiera tenido problemas con el Gobierno israelí a causa de su acto anual. «Algo en mi interior se revolvió contra la idea de que el Ministro de Defensa pensara que podía decidir por mí cómo recordar a Eyal. Eso me abrió los ojos».
«Las guerras no se extinguen solas»
Con todo, lo que más le ha llevado a implicarse en este movimiento por la paz han sido sus hijos. «Cuando el mayor, Gal, tenía 5 años, me dijo que no entraría en el Ejército porque ahí la gente moría, como el tío Eyal». Ahora que es un adolescente de 13 años, su padre tiene la esperanza de que en cinco años las cosas hayan cambiado lo suficiente para no tener que verlo empuñar un arma a los 18.
También le hizo reflexionar una pregunta del pequeño, Yuval, cuando tenía 6 años: quién había ganado la guerra. «Intentando darle una respuesta justa, me descubrí explicándole que las guerras no se extinguen por propia voluntad; solo evolucionan y nos ponen cada vez en más peligro».
En este momento, Hagai se niega a seguir pagando el precio de que el conflicto se perpetúe. «Me niego a que me consideren un traidor solo por oponerme a la ocupación —añadió—. Me niego a que me censuren solo porque pienso que la paz es esencial. Y sé que para resolver el conflicto ambas partes tienen que ceder algo porque si yo me lo quedo todo, el otro bando seguirá frustrado y desesperado», y la paz no llegará.
Dos bando unidos frente a una amenaza común
Durante el acto de Combatants for Peace, los testimonios se fueron intercalando con actuaciones musicales como la de la célebre cantante israelí Noa. «En estos días difíciles de una epidemia que no distingue entre personas, vuestro camino brilla más que nunca como una luz en medio de la oscuridad». Un camino marcado por «la empatía, la comunicación, el ceder y el amor».
El acto terminó con una peculiar actuación: decenas de personas, cada una desde su hogar, interpretaron juntas una canción infantil, intercalando el hebreo y el árabe. Después, quienes lo desearon pudieron hablar por videoconferencia con otras familias miembros de la entidad.
Las alusiones a la situación generada por la pandemia de COVID-19 fueron frecuentes a lo largo de todo el homenaje. «Nos encontramos en una situación única, particular, porque ambos bandos se encuentran frente a la misma amenaza. Creo que es una razón más para empeñarnos al máximo para comunicarnos y actuar juntos», explicó Maya Katz, la presentadora israelí, en declaraciones a Vatican News.
Durante el acto, su contraparte palestino, Osama Elawat, confesaba que le alegraba el nuevo significado que habían adquirido palabras como «toque de queda», antes impuestas por el enemigo y ahora símbolo de un enemigo común, que une a todos. «No queremos perder más vidas —confesaba a la radio de la Santa Sede—. No importa quién tiene razón y quién está equivocado. Lo entiendo todo, pero busquemos defender nuestra humanidad y dejemos de matarnos los unos a los otros, por la razón que sea».
Combatants for Peace no promueve ninguna salida concreta al conflicto. Apoyan la solución de dos estados según las fronteras de 1967, o «cualquier otra que se alcance de mutuo acuerdo». Y Maya reconocía en su entrevista que «creo que nadie sabe cómo alcanzar la paz. Pero lo que sí sé es que solo cambiará algo si hay un cambio en las personas, en la relación entre las personas sobre el terreno. Solo podremos resolver este problema si unimos fuerzas y caminamos juntos».