El día a día de las parroquias reconfinadas
Los párrocos de las zonas más golpeadas por la COVID-19 palpan el miedo de muchos fieles y extreman las medidas de seguridad para atender a todos
«Este confinamiento nuevo no deja de ser igual de inquietante; cada día es una noticia para una población vulnerable que necesita salir a trabajar porque si no, no cobra». Lo explica Pedro Muñoz, párroco de Santa Inés, en el barrio de San Andrés (Villaverde Alto). Aunque buena parte de la comunidad esté pendiente de qué ocurre tras la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de tumbar las medidas de Sanidad, hay barrios que viven confinados perimetralmente desde el 22 de septiembre por registrar una incidencia acumulada (IA) de la COVID-19 superior a 1.000 casos por cada 100.000 habitantes. Las parroquias de esas zonas acusan este reconfinamiento.
El sacerdote de Santa Inés, con una IA en su barrio de 1.617 casos cuando se aplicaron las restricciones, fija la atención no solo en los más vulnerables, sino sobre todo en «los más olvidados», los mayores. Con un aforo reducido al 33 %, que en el caso de la parroquia se traduce en 36 personas, en los bancos faltan quienes son «la base de nuestras parroquias». Cuenta que han perdido la vida parroquial, la labor social, afectiva y humana de los centros de día, que están cerrados, y ni siquiera pueden ir a sus médicos. Pero por encima de todo tienen miedo, y aunque «el miedo es libre», no encaja con las medidas extremas tomadas en las iglesias. «Aquí hay voluntarios que limpian todo después de cada Misa». El padre José Antonio Hernández, párroco de Santas Perpetua y Felicidad, en La Elipa (IA: 1.546), lo corrobora, y añade que el gel es de uso obligado y los sacerdotes llevan la mascarilla de continuo –aunque podrían quitársela en momentos como la homilía–.
¿Cómo se gestiona el miedo? Para el sacerdote de La Elipa, «la clave está en la cercanía de los sacerdotes con la gente». Pedro Muñoz apunta que hay que afianzar la esperanza con gestos como la predicación. En medio de una situación poco «halagüeña», este sacerdote tiene clara su opción evangélica: que «no se pierda ninguno de los que me han confiado», ninguna generación, ni padres ni hijos. Por eso, la catequesis comenzará, pero en el templo para garantizar las distancias. En San Raimundo de Peñafort (El Pozo, IA: 1.543) han vuelto al Zoom y están organizando otra vez las catequesis virtuales, «pero no podemos estar así toda la vida –explica Juan José Gasanz, el párroco–; es como comerte un pollo por la tele». Por eso, y aunque «esto ha sido otro batacazo, nos tenemos que espabilar y ahora es tiempo de orar más: ilusión, esperanza y creatividad al poder».
Quien también echa de menos a «mis mayores» es el padre Wooby Oreste, párroco de San Pedro Regalado (Puente de Vallecas, IA: 1.736). «Están solos en sus casas, enganchados a la tele, con mucha angustia», y, por eso, este verano se llevó a un grupo de vacaciones a Benicasim. En la parroquia han mantenido el mismo aforo desde la desescalada «por prudencia», pero aumentaron el número de Misas. En este segundo «confinamiento más light» está yendo más gente: «Arreglan a los niños, viene toda la familia… Pienso que es una forma de recuperar tiempo, por lo que pueda venir».
Menos dinero en el cestillo
El uso de Bizum para las colectas se ha propuesto como opción preferente «pero aquí, en Santa Inés, suena a entre chino y copto», resuelve su párroco. Por eso continúan con el sistema tradicional de monedas y sobres, aunque las colectas han bajado a la mitad.
En Santas Perpetua y Felicidad «llegamos estrangulados a fin de mes», y la colecta se ha desplomado en San Pedro Regalado, con un 95 % menos: «El domingo pasado no llegamos ni a los 30 euros». Sin embargo, la caridad continúa: acaban de celebrar una fashion week reducida a dos días en los que han entregado más de 2.000 piezas y, como cada semana, facilitan alimentos a 350 familias.
Una caridad en su definición máxima que urge, concluye el párroco de Santa Inés: «La Iglesia tiene que anunciar la esperanza para confirmar en la fe a través de la caridad. Y esto va de Villaverde al Barrio del Pilar [atiende espiritualmente allí una ultreya de Cursillos de Cristiandad], pasando por Orcasitas [donde es capellán del colegio Edith Stein], traspasa la ciudad y se traduce en dar de comer, en escuchar, en cuidar».