El cura gaucho que salía a la periferia
La beatificación de José Gabriel Brochero es el broche de oro de un año 2013 inolvidable para los argentinos. Se espera que más de 200 mil personas asistan a la celebración, en el corazón geográfico del país, en la sierra cordobesa, cuna del cura gaucho
El cura Brochero, como se le conoce afectuosamente, fue el cuarto de diez hijos. Nació en una humilde morada de la provincia argentina de Córdoba, el 16 de marzo de 1840. Le bautizaron al día siguiente en una pequeña capilla, hasta la que fue llevado a lomos de una yegua negra. Gaucho (nombre con el que se conoce a los campesinos y jinetes de las llanuras argentinas) desde su bautizo, y comprometido con ayudar al sacerdote de Santa Rosa, siendo adolescente confesó a su madre, doña Petrona, su vocación: «Madre, quiero ser como el señor cura».
Su primer desafío como sacerdote fue el socorro humano y espiritual ante un brote de cólera en la capital. Pronto descubrió la sierra y sus paisanos, para los que simplificó sus sermones.
Insúltalo ahora a éste
Brochero se trasladó en 1872 a Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero), un pueblo fundado por otro sacerdote algunos años antes. Inspirado por los Ejercicios ignacianos de los jesuitas, Brochero se propuso reimpulsarlos, consciente del valor que habían tenido en el territorio cordobés. Pero no era fácil. Y pese a la lengua rápida de este cura paisano, algunos llegaban a insultarlo por su insistencia para hacer los retiros. Cuenta una anécdota que, ante los agravios de un hombre, el sacerdote se quitó el poncho y, señalando la cruz, lo increpó: «Insúltalo ahora a éste». El hombre lo acompañó hasta la capital, a unos 200 kilómetros de Villa del Tránsito, donde se realizaban los retiros.
Pese a que los viajes hasta la capital duraban días y se hacían bajo inclemencias climáticas –«Ya ven, hay que aprender a ser sufridos y no comodones», enseñaba–, los hombres regresaban tan contentos con los Ejercicios que pronto en la casa jesuita de la capital no cabía un alfiler.
¡Te fregaste, diablo!
Brochero era un hombre de oración. Se dejaba ver con el breviario, y con el rosario. Una de esas veces en las que, con el breviario, le rezaba a Tata Dios, apareció Jesús María Soria, que conocía de su intención de hacer en la sierra una casa de retiros. «Un peón mío, que vivía entreverado con una mujer, ha escuchado su consejo y se ha casado. El hombre era de mala bebida y le daba por sacudir a la pobre cuando estaba cargado. Ha sido un cambio que la mujer misma no sabe quién es el que se lo ha provocado», le contó don Jesús antes de aportarle los fondos necesarios.
Fue el cura Brochero el encargado de poner la primera piedra, y con su típico humor, dijo en alta voz: «¡Te fregaste, diablo!». La Casa de Ejercicios Espirituales de Villa del Tránsito fue construida con la mano y la colaboración de los vecinos.
135 años después, tras un encuentro sacerdotal nacional en 2008, preludio del Año Sacerdotal, en esa misma casa de retiros, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, decía a Radio María: «El cura Brochero era un salidor de alma. Brochero salía a buscar, y como dice el evangelio de San Mateo en la Parábola del banquete, juntaba a buenos y a malos. A todos les daba los Ejercicios espirituales. Brochero era un salidor, no se quedaba en la casa parroquial».
Quedaba mucho por hacer
Brochero intentó que uno de los bandoleros más temidos de la época, Santos Guayama, recuperase la buena vida y consiguiera 300 hombres para un retiro. Casi lo logra. A un borracho le prometió que, si cuidaba a su familia y no tomaba un trago durante dos años, él no comería ni un dulce. Ambos cumplieron la promesa. Inspirados por el cura, los retiros eran un éxito. Pero había más por hacer.
Con la ayuda de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, abrió la escuela para niñas: «Me agarraron de la esclavina y casi me ahorcaron para que edificara el colegio». Preocupado por el desarrollo, impulsó caminos y varias obras más.
Su fama creció rápidamente por todo el país. Enfermó de lepra y falleció el 26 de enero de 1914.
Durante el Año Sacerdotal, en Argentina se multiplicaron los rezos para su beatificación, y se propuso como ejemplo para los sacerdotes argentinos, junto con el cardenal Eduardo Pironio. Lo que nadie por entonces esperaba es que la proclamación de su santidad, tan justa como esperada, se diese bajo el pontificado de otro cura gaucho.