La imagen del Cristo yacente de la parroquia de San Jorge, en Paiporta, con el rostro lleno de barro, no es una más de las muchas que hemos contemplado en estos días de desazón, abatimiento y cólera, pero también de reparación, cuidado, «de fe, esperanza y caridad», como reconocía asombrado el comunicador Jorge Bustos en la antena de COPE, tras visitar la parroquia de Nuestra Señora de Gracia, en el barrio de La Torre, convertida en el banco de alimentos más decisivo del sur de Valencia.
Más de un sacerdote, con la pala en las manos, se ha visto interpelado en las calles embarradas de la zona cero de la gran riada: «Padre, ¿dónde está Dios en medio de esta tragedia?». La mejor respuesta, quizás, la encontramos en la exclamación de una mujer que ante un grupo de universitarios que limpiaban les preguntó: «Pero vosotros, ¿de dónde venís?, ¿del cielo?». La tragedia nos obliga a hacernos preguntas. Las que se refieren a la gestión de la crisis, a las decisiones técnicas y políticas, pero sobre todo las que se refieren al valor y al sentido de nuestra vida: al dolor y al sacrificio, a la muerte de los seres queridos, a nuestra exigencia de justicia y de felicidad. La Iglesia, que ha salido de sus recintos, que ha estado codo a codo con todos en la calle, ha ofrecido su respuesta. No en forma de discurso, sino a través de una presencia elocuente en la que las palabras secundaban a los hechos y los explicaban. «Nos vemos sorprendidos por cómo la amistad con los compañeros de nuestra comunidad nos sostiene frente a la dureza… es evidente cómo Dios está utilizando nuestra amistad para construir», han escrito unos universitarios católicos metidos en el barro. El Cristo embarrado de Paiporta es un icono del Dios que no abandona a su pueblo, que lo acompaña en su sufrimiento y es fundamento de su esperanza. Mirándole, podemos decir que la última palabra sobre nuestra vida no la tiene un ciego infortunio, sino el Dios que se hizo carne, que por nosotros murió y resucitó. Que acoge en su amor a los que han muerto, que nos sostiene para curar y reparar. Mientras reconstruimos, no podemos hurtar esa certeza a nuestros conciudadanos en este momento.