El Corpus Christi y el deseo de servir - Alfa y Omega

El Corpus Christi y el deseo de servir

Es «fundamental» experimentar que el Señor está a nuestro lado. La Eucaristía debería convertirnos en «portadores» de Dios

Alfa y Omega

La memoria humana es «frágil» y a veces puede olvidar lo que escucha, lee o ve, pero suele guardar lo que vive y saborea. Consciente de ello, en palabras del Papa Francisco en la Misa del Corpus del año pasado, Dios nos dejó «un memorial»: «nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor». Y cuando recibimos la Eucaristía, aseveró, podemos decir: «¡Es el Señor, se acuerda de mí!». Igual que podremos decirlo este domingo, 6 de junio, en la solemnidad del Corpus Christi, que se desarrollará sin multitudinarias procesiones, pero con numerosas celebraciones a lo largo y ancho de España.

Como subrayó el Pontífice hace un año, tras los peores meses del confinamiento, es «fundamental» recordar el «bien recibido» y experimentar de nuevo que el Señor nos ama y nos acompaña, que está a nuestro lado en medio de las tribulaciones y las dificultades. Así, la Eucaristía debería convertirnos en «portadores» de Dios y de su amor. «¿Qué llevamos al mundo? ¿Nuestra tristeza, nuestra amargura o la alegría del Señor? ¿Recibimos la Comunión y luego seguimos quejándonos, criticando y compadeciéndonos a nosotros mismos?», planteó. La Eucaristía –prosiguió– «quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir», nos saca de «cómodo sedentarismo» y nos muestra que «no somos solamente bocas que alimentar», sino también «sus manos para alimentar a nuestro prójimo».

Precisamente por ello, coincidiendo con la fiesta del Corpus, Cáritas celebra siempre el Día de Caridad. Es un momento central en el calendario de la organización sociocaritativa de la Iglesia, que muestra su labor y este año invita a que #SeamosMásPueblo. Esto pasa, según explica, por «compartir el banquete de la Vida», por denunciar las injusticias y ser de alguna forma consuelo, apoyo y esperanza en «una sociedad rota y herida». Porque el pan partido es alimento de fraternidad.