El coronavirus llega a Cox’s Bazar y amenaza a un millón de refugiados rohinyá
«La prioridad es detener los contagios» para evitar que se propaguen más allá de los cinco casos ya detectados, explica el responsable del Programa para Respuesta a los Desastres de la ONG World Renew. «En estas precarias condiciones de vida, no es posible controlar la infección. Los casos podrían extenderse» a los 34 campos de Cox’s Bazar
Los primeros casos de COVID-19 entre los refugiados rohinyá han desatado la alarma en la zona de Cox’s Bazar, en Bangladés. A finales de la semana pasada se anunciaron los primeros casos: un refugiado del campo de Lambashia y un vecino. Pero ya son cinco personas de etnia rohinyá (dos mujeres y tres hombres) las que han dado positivo en las pruebas. Y la amenaza se cierne ahora sobre 1,1 millones de personas, la comunidad de desplazados más grande del mundo.
Estos primeros contagios se han producido cuando la zona de Cox’s Bazar llevaba casi dos meses de confinamiento. Abu Toha Bhuya, responsable del servicio sanitario de la Oficina del Gobierno para el Socorro y la Repatriación de Refugiados, ha explicado que pueden deberse a alguno de los 30.000 trabajadores de 140 ONG que visitan estas instalaciones y también viajan con frecuencia a otras ciudades. En Bangladés, son ya 25.200 los casos de coronavirus detectados, con un incremento de 1.250 en las últimas 24 horas. Se han producido también 370 muertes.
Otra posible explicación al contagio es que «los rohinyás a menudo salen de los campamentos por la noche». Muchos lo hacen para comprar medicinas y bienes básicos, a los que es difícil acceder. Otros están «involucrados en el tráfico de drogas». En cualquier caso, subraya el periódico Dhaka Tribune, estos contagios suponen un riesgo aún mayor ahora, puesto que las restricciones al movimiento se habían empezado a relajar ya en Kutupalong, la zona en la que está Lambashia.
La prioridad, detener los contagios
«Ahora la prioridad es detener los contagios», ha explicado a la agencia Fides George Mithu Gomes, católico bengalí y responsable del Programa para Respuesta a los Desastres de la ONG World Renew. «En estos asentamientos, donde es casi imposible mantener la distancia física, se corre un alto riesgo de propagación rápida del COVID-19. En estas precarias condiciones de vida, no es posible controlar la infección. Los casos podrían extenderse a los demás campos».
Lambashia es uno de los 34 asentamientos del este de Bangladés donde se hacinan los rohinyá. La mayoría llegaron en 2017 huyendo de Myanmar por la represión del ejército birmano contra sus aldeas, en medio del conflicto con grupos armados de esta etnia, de religión musulmana.
Ante la posibilidad de un gran brote, Mithu Gomes sostiene que «es urgente adoptar todas las medidas necesarias»: pruebas, controles y «establecer estructuras y lugares para la cuarentena». También ve necesario sensibilizar a la población, que no está informada sobre la enfermedad. Una prioridad en la que entidades como Cáritas y otras ONG están ya trabajando.
Muchos de los habitantes de Cox’s Bazar son analfabetos, explica a Fides Iqbal Islam, uno de los refugiados. «No saben cómo pueden defenderse, no tienen idea de las medidas preventivas. Mahmood Jubiar, un rohinyá de 65 años, manifiesta su gran temor: «Aquí no hemos recibido el tratamiento médico adecuado. Si llega el virus, moriremos sin tratamiento».
Coronavirus… y superciclón
Otra causa de preocupación en Bangladés es la llegada, prevista para este miércoles, del superciclón Amphan, que previsiblemente golpeará con dureza la región fronteriza con la India. Un 79 % del territorio de Bangladés está en el delta de tres grandes ríos y la mayor parte del país no supera los diez metros de altitud sobre el nivel del mar. Esto, unido a una densidad de población de 1.100 habitantes por kilómetro cuadrado, convierte a los bengalíes en una de las poblaciones del mundo más amenazadas por los fenómenos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático.
En esta ocasión, la amenaza del superciclón se añade a la crisis sanitaria. Por ello, las autoridades están trabajando contrarreloj para poner en marcha más refugios de los habituales y evitar así el previsible hacinamiento que se puede producir en los próximos días y que podría coincidir con el pico de la curva epidemiológica en el país.
Fides / Redacción