¿Cómo es el corazón de un planeta?
Sabemos muchas cosas del núcleo de la Tierra. Tiene un radio de unos 3.500 kilómetros. Es el 32 % de la masa total de nuestro mundo. Su temperatura puede superar los 6700°C. Tiene un núcleo externo líquido y un núcleo interno sólido.
Sin embargo, no lo hemos visto mucho en fotografías, sino que más bien lo hemos imaginado. Por ejemplo, en los libros de ciencia ficción o de aventuras como Viaje al centro de la Tierra (1864), del gran Julio Verne (1828-1905), que narraba la fabulosa expedición del profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y el guía Hans a las profundidades terrestres. Gracias a ellos, descubríamos por anticipado la verdad que encerraban las palabras del poeta Paul Eluard (1895-1952): «Hay otros mundos, pero están en este». Aquellas novelas abrían el corazón y la imaginación a los horizontes lejanos y los lugares desconocidos.
Pero ahora, según publica la revista Nature este mes de julio, los astrónomos y los astrofísicos nos han brindado la posibilidad de ver cómo es, de verdad, el núcleo incandescente de otro mundo. Como si el Creador hubiese decidido revelarnos uno de los secretos del Universo, los científicos han podido observar un núcleo planetario gaseoso que orbita una estrella distante a 730 años luz de distancia y tiene el tamaño aproximado de Neptuno, nuestro vecino en el sistema solar. Le han puesto de nombre TOI 849 b. Admitamos que no suena muy evocador.
Ahora bien, este cuerpo celeste tiene una historia que contar. Lo encontró el satélite TESS de la NASA, que escruta el espacio en busca de cuerpos en tránsito. Apareció en el desierto de Neptuno —una región tan cercana a su estrella que los cuerpos que pasan por ella se evaporan— y esto es ya algo misterioso porque, en teoría, no debería estar ahí. La creación no deja de darnos sorpresas. Uno cree que ya lo sabe todo y, de repente, aparece un núcleo gigantesco en un desierto que evapora lo que se le acerca.
Los científicos tienen dos teorías para explicar qué hace por ahí TOI 849 b vagando como oveja sin pastor. La primera dice que probablemente fue un mundo similar a Júpiter que perdió casi todo su gas externo por orbitar demasiado cerca de una estrella o por un choque con otro astro. La segunda teoría es que sea una masa gaseosa que no llegó a formar una atmósfera. Sería, de algún modo, un mundo fallido, una posibilidad no verificada. Gracias a dos telescopios, podemos estudiar la composición química de TOI 849 b y descubrir más cosas del proceso de formación de los planetas.
Me maravilla pensar que, en este universo que aún conserva secretos, está presente el Creador del cielo y de la Tierra.