El corazón de Manos Unidas
Las 70 Delegaciones de Manos Unidas repartidas por toda España son su mayor riqueza. «Si ellos no se tirasen, literalmente, a la calle, nosotros no podríamos hacer proyectos», afirma Mercedes Piñeiro, Vicepresidenta de la asociación. Para sensibilizar y recaudar fondos, cada Delegación se estruja el cerebro y organiza cenas solidarias, conciertos, obras de teatro… «Las Delegaciones son el corazón de Manos Unidas. Nosotros somos el cerebro, y ellas nos impulsan la sangre para poder trabajar», añade la presidenta, Soledad Suárez
Era lunes. Quedaba una semana y media para celebrar la LVI Campaña de Manos Unidas, este año con el lema Luchamos contra la pobreza. ¿Te apuntas? En los Servicios Centrales de Manos Unidas, en Madrid, daban las 10 de la mañana, y desde la puerta de entrada se escuchaba rezar a una multitud. «Son los misioneros, que han venido a un encuentro conjunto antes de disgregarse por toda España», me explican.
Entré a una sala donde había más de 40 personas, llegadas de países como Colombia, Ecuador, Camerún, Malawi, India, República Dominicana o Burkina Faso, entre otros. Estaban cantando. El motivo de su visita a España es sencillo: durante las dos semanas siguientes, hasta los vecinos del pueblo más escondido del Valle de Arán escucharán testimonios sobre cómo se vive en una escuela rural malawiana, y sabrán que Manos Unidas está allí, junto a los misioneros, financiando proyectos que transforman la realidad y dotan a hombres y mujeres de dignidad.
No era una licencia dramática. Dario Balula, un misionero comboniano que ha estado más de diez años en Zambia, y ahora, en Malawi, será quien coja carretera y manta hasta el Valle de Arán. Pasará por localidades como Balaguer, Puigcerdá o la Seo de Urgel, todas unidas por carreteras de montaña en las que, precisamente, no hace sol estos días. Lo hará de la mano de Teresa Cabanes, la responsable de la Delegación de Manos Unidas en Urgel. «Vamos a visitar lugares que están a 200 kilómetros unos de otros», afirma Teresa, y reconoce que es la segunda vez que va un misionero a verlos. «Yo tenía miedo, porque es una Delegación muy complicada –tiene 1.300 parroquias y es la mayor de Cataluña en extensión, que no en población–, pero el año pasado vino una misionera y quedó encantada de ir a los pueblecitos», añade. El miedo desapareció.
Porque no es lo mismo que te cuenten, en tercera persona, que hay un mundo ahí fuera, a que quien pisa el barrio a diario, te explique cómo pasa las horas entre hambre, enfermedad y mucha, mucha alegría. «Los chicos de los Institutos agradecieron la visita el año pasado», afirma la Delegada. Ellos siempre reciben los materiales de campaña, que amorosamente preparan los seis voluntarios permanentes en Urgel. Pero la visita de un misionero multiplica la apertura del corazón.
Visitas casa por casa
«La presencia del misionero es importante para la sociedad, pero también para los voluntarios. Porque cuando trabajas en Cáritas, por ejemplo, estás en contacto con el receptor de tu ayuda y recibes su agradecimiento directo. Pero, si eres voluntario de Manos Unidas, tienes que ser muy valiente, porque no tocas ni ves», afirma Mercedes Piñeiro, Vicepresidenta de esta asociación de la Iglesia en España y responsable del Área de Delegaciones.
Que se lo digan a las pequeñas Delegaciones comarcales de Manos Unidas en Urgel. «En cada comarca, hay 10 ó 12 personas que se encargan de atender las parroquias de la zona. Hay un mosén, por ejemplo, que el domingo de campaña –este domingo, 8 de febrero– recorre 11 pueblos, reparte los sobres para los donativos, pone los carteles en las puertas de los templos…; hay parroquias a las que van 8 personas. En otras, se recogen 5 euros. Y aun así, se trabaja como si fuera Barcelona. Nuestros voluntarios hacen un esfuerzo encomiable», afirma Teresa.
Los hay que visitan casa por casa, bajo el frío montañés, explicando qué es Manos Unidas. Otros, organizan obras de teatro, como ocurre en Balaguer, donde los profesores de una escuela, cada año, montan una representación que tenga que ver con la campaña. O como las mujeres que venden flores el segundo domingo de mayo, en el paseo de la Seo. O las cenas del hambre. «Lo importante es que la gente se sensibilice», sostiene Teresa.
Esta pequeña gran Delegación, con su creatividad, suele recaudar alrededor de 70.000 euros, que dan de sobra para financiar unos dos proyectos. Además, cuentan con 35 socios. Este año, están embarcados en financiar un proyecto para educadores y líderes comunitarios en Guatemala, y en comprar libros para una escuela rural en Mozambique.
«En Manos Unidas, somos 5.300 personas, entre trabajadores y voluntarios. 5.000 están en las Delegaciones, y su trabajo es esencial para nosotros. Ellos consiguen llegar a los colegios, a las parroquias, a los medios de comunicación…, si ellos no se tirasen, literalmente, a la calle, nosotros no podríamos hacer proyectos», afirma Mercedes Piñeiro. La Vicepresidenta, que ha viajado en numerosas ocasiones a India, reconoce que, «cuando estás allí, te vienes arriba, como dicen ahora los jóvenes. Pero cuando vas a una Delegación y ves cómo la gente se mata por sensibilizar y recaudar fondos, te vienes arriba igual, o más».
Málaga, a lo grande
Mercedes, que visita durante el año las Delegaciones, recuerda a «una voluntaria de un pueblo de Málaga que hace una comida solidaria, en la que participa todo el pueblo. Ella es peluquera, y organiza desde allí a todo el mundo. Cada uno cocina algo, y luego unos y otros compran los platos que han elaborado sus vecinos». Esto es sólo la punta del iceberg de la Delegación malagueña, que lleva tantos años en pie como Campañas se han hecho. «Desde que se fundó Manos Unidas, se puso en marcha la Delegación de Málaga», explica Ana Torralba, la responsable de comunicación. «Estamos en tiempo de campaña, así que me pillas viniendo de dos televisiones, de hacer varias declaraciones a periódicos, luego vamos a una radio…» cuenta en un segundo. Y eso sin que haya llegado todavía el misionero.
Allí, los 48 voluntarios fijos, y los 2.600 socios, recaudan al año 1.200.000 euros y financian alrededor de 16 proyectos. «Después de tantos años, nos hemos hecho muy atrevidos», señala Ana, que tiene a instituciones públicas, a Bancos y hasta a gimnasios –el año pasado, las 24 horas que mueven el mundo se hicieron a golpe de spinning– en el bolsillo. «Manos Unidas es muy querida en Málaga. Las mujeres en las parroquias hacen manualidades para vender en mercadillos, hay pintores que nos ceden sus obras para venderlas, y hasta los campos de golf organizan torneos solidarios», cuenta Ana. Aunque uno de los recuerdos más imborrables fue aquella pareja de jubilados mayores, que cada mes, después de cobrar la pensión, iba caminando con un sobre y mil pesetas hasta la sede. «Esas pesetas tenían un valor especial», recuerda. Esto no nace de la nada, sino de la voluntad de aquellos que donan su vida por la causa.
Después de seis años de voluntaria, Lorena Arranz, actual Delegada, viajó a Camboya a ver, en primera línea, el trabajo de su querida institución. «Vi una niña de 11 años que vivía, literalmente, sobre la basura. Ella quería ser médico, y lo habría conseguido, porque era vivaz y lista. Pero la miseria es una injusticia, no da oportunidades. Cuando me da el bajón –porque hay mucho trabajo aquí–, me acuerdo de ella. Y me da fuerzas de nuevo». Ya lo dice Soledad Suárez, la Presidenta de Manos Unidas: «Las Delegaciones son el corazón de Manos Unidas. Nosotros somos el cerebro, y ellas nos impulsan la sangre para poder trabajar».