El Congreso de Laicos, en palabras de sus protagonistas
Àngels (izquierda, Barcelona): «Vengo desde Acción Católica General y la parroquia de Santa María del Mar, porque creo que es una oportunidad muy importante de encontrarnos a nivel estatal laicos de distintas realidades, y compartir un proyecto común. Me gustó mucho la ponencia de Agustín Domingo Moratalla en el itinerario de vida pública. Habló sobre qué tipo de vínculos tenemos con la sociedad e hizo hincapié en que no somos solo administradores o ayudantes, sino que tenemos un papel misionero y una vocación profética. En muchos sitios hay situaciones complicadas y hay que crear espacios de diálogo para entendernos e intentar no juzgar al otro.
Yo vivo mucho mi fe en el día a día, en el trabajo y el ocio y con mis amigos. Les explico lo que hago y por qué, y ellos me aceptan porque me quieren. Tienen muchas inquietudes, y es bonito: te preguntan y se interesan porque ven que lo que haces te hace feliz».
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Antonio (León): «He preparado y estoy participando en el congreso representando a los profesores de Religión de León. Siempre viene bien aclarar y reforzar cuál es nuestra identidad y nuestra misión, conocer qué se está haciendo y qué hay que cambiar. En nuestro trabajo previo salió que no siempre tenemos una idea de qué lugar ocupamos dentro de la Iglesia. Yo he tenido la suerte de estar siempre en grupos, y me siento uno más. Vivo mi identidad de laico con total disponibilidad a lo que se pueda necesitar de mí.
Así me planteo también la enseñanza de la Religión. Tenemos que cambiar de actitud para que sea más evangélica, más viva. Lo nuestro es dar vida, incluso hasta dar la vida. En mi instituto intento facilitar las cosas todo lo que puedo, estar a disposición de todos y de todo y trabajar como el que más. Después, si gracias a esto hay una aceptación por parte de los compañeros, la labor con los alumnos es realmente fácil».
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Dulce María (Daimiel, Ciudad Real): «Soy exalumna, profesora y madre del colegio calasancio Hijas de la Divina Pastora, y vengo del grupo que tenemos de misión compartida, además de haber preparado el congreso también desde la parroquia. Empezamos con la misión compartida en 2005, y ahora tenemos un grupo consolidado con las religiosas, dos postulantas y once laicos que nos reunimos cada semana. No somos solo profesores, también hay padres del colegio.
De las reuniones luego salen acciones en la escuela, en la parroquia, y cada uno transmitimos ese carisma en el lugar donde estamos; por ejemplo, madres que trabajan en una clínica o en una farmacia. Es también lo que he visto aquí, en la línea de formación a profesionales: el laico no debe estar solamente en la Iglesia, sino que, al sentirse identificado con ella y acompañado, es capaz de transmitirlo luego en cualquier ambiente».
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Juan Manuel y Manuela (Almería): «Llevamos de compromiso eclesial con Cursillos de Cristiandad los mismos 33 años que llevamos casados. El primer anuncio siempre está de moda. España es ya tierra de misión. Si quieres que haya un itinerario catequético o de adultos, o cualquier proceso dentro de la Iglesia, tiene que haber antes un primer anuncio que vaya abriendo camino. Hay que anunciar que Jesús es el Señor, que se encarnó, nació y murió por todos… y luego, enviamos a la gente a sus parroquias para trabajar en la parcela en la que Dios la ha plantado.
Lo importante de este congreso es que los obispos nos oigan, porque todavía no tenemos el papel tan relevante que debemos, y del que ni siquiera muchos laicos son conscientes. Debemos aportar nuestra visión de las cosas y del lenguaje que debe utilizar la Iglesia. La gente pasa de los documentos eclesiales, quiere testimonios y las cosas claras, con un lenguaje cercano».
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Rodrigo y Arantxa (Madrid): «Venimos representando al Movimiento Familiar Cristiano de nuestra diócesis, donde hemos preparado el encuentro desde el Pleno de Apostolado Seglar de la Delegación de Laicos, Familia y Vida. En un acontecimiento tan importante para la Iglesia había que hacer comunidad y sentirnos todos a una. Esperamos que, como fruto de este encuentro, se reconozca la importancia de la familia, y que haya una atención especial, porque se la está atacando mucho. La familia es donde se recibe, se cultiva y se cuida la fe. Hay que ser testigos en nuestro día a día: con nuestros hijos, en el cole, en casa, con nuestro grupo de matrimonios y llevando luz donde no la hay.
También es muy importante abrirnos a los demás. La familia no puede quedarse en sí misma, tiene que ser como el vaso que se llena y desborda, para expandirse y transmitir esa gran belleza y regalo de Dios y que las demás familias puedan vivirlo de la misma manera. Estando solo, te apagas».