El centro de Dagoberto Valdés pide «cambios estructurales» para la Cuba pos-COVID-19
La perpetuación del fracasado modelo de planificación económica central junto a la crisis de Venezuela, el recrudecimiento de las sanciones de Estados Unidos y la pandemia han creado en Cuba «la tormenta perfecta», afirma el último informe del Centro de Estudios Convivencia
El coronavirus ha llegado a Cuba cuando el país se encontraba ya en una situación de «crisis sistémica y estructural», y por tanto con el potencial de desatar una «tormenta perfecta». El resultado es una situación de «crisis sobre crisis» que obstaculizará seriamente la recuperación. Así se desprende de un informe del Centro de Estudios Convivencia (CEC) hecho público el domingo, en el que también se propone una larga serie de reformas para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias.
En el país, los primeros casos de COVID-19 se anunciaron el 13 de marzo. El informe del CEC lamenta que «el Gobierno inicialmente no reconoció la gravedad de la pandemia y su incidencia» y afirmó que era un destino seguro para el turismo, tildando de «alarmistas» a quienes aseguraban lo contrario. Ahora ya se encuentran en fase de transmisión comunitaria, con 1.754 casos confirmados a lo largo y ancho del país y 74 fallecidos.
El documento, elaborado por el director del CEC, Dagoberto Valdés, y otros ocho compañeros, postula que la pandemia de coronavirus puede tener un impacto especial en Cuba al ser el país más envejecido de la región (los mayores de 60 años son el 20,1 % de la población), y en el que las instituciones dedicadas a estas personas presentan «problemas de infraestructura, calidad e insuficiencia de recursos». Además, el 80 % de los adultos sufre enfermedades crónicas.
La falta de viviendas (haría falta un millón más) y el mal estado del 39 % de las existentes, el déficit y hacinamiento en el transporte público y los problemas en el acceso a alimentos, medicinas, agua y productos higiénicos aumentan el riesgo.
El país que exporta médicos
Un problema específico del país es la «exportación» de personal médico, que empobrece la atención sanitaria en la isla. El 40 % de los 95.487 médicos cubanos trabaja fuera del país, y el éxodo se ha agravado con la pandemia. Sus ingresos son la principal fuente de entrada de divisas en el país, 5,9 millones de euros. «Pero poco o nada se reinvierte en el sistema». También preocupa la mala distribución del personal, con una importante falta de geriatras. Si la ratio general es de un médico por 202 habitantes, solo hay un geriatra por cada 2.645 ancianos.
Asimismo, se ha reducido en los últimos años el número de hospitales y centros sanitarios, especialmente rurales (todos se cerraron en 2011), con un descenso del número total de camas del 10 %. A ello se suma el deterioro de las instalaciones y servicios y las «fuertes restricciones» para importar suministros.
Se pierden los apoyos exteriores
A estos problemas de gestión sanitaria se suman otros financieros. Según el texto, la economía «decrece, las diferencias sociales aumentan, los valores se pierden y el Estado se hunde en la incapacidad y la insolvencia financiera». La situación es tal que se está replanteando volver a incluir artículos de primera necesidad en la cartilla de racionamiento.
En realidad, recuerdan desde el CEC, la economía cubana está en declive desde 1989, cuando se perdieron las ayudas procedentes del bloque soviético. «Se imponía la sustitución del modelo fallido». Pero la falta de voluntad política hizo que en lugar de ello se apostara por depender de elementos externos: la ayuda de Venezuela, «el alquiler de profesionales, las remesas familiares» de los emigrantes «y el turismo».
Estos balones de oxígeno externos se han visto gravemente reducidos en los últimos tiempos por la crisis venezolana y el consiguiente recorte «de sus ventajosas relaciones económicas con Cuba»; por el recrudecimiento de las sanciones de Estados Unidos, que ha afectado entre otros ámbitos al turismo; y por la pandemia, que ha impactado de forma muy negativa tanto en dicho sector como en la llegada de remesas. Todo ello se suma a un elemento clave de debilidad interna, «la continuación del modelo de planificación central» de la economía después de que las reformas estructurales de Raúl Castro «no tuvieran éxito».
«Tenemos que hacer las cosas diferentes»
Tras este diagnóstico, el Centro de Estudios Convivencia intenta dar respuesta a la situación. No en balde su informe forma parte del Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba que lleva años preparando esta institución, nacida hace un cuarto de siglo para trabajar por la reconstrucción de la persona y la sociedad civil de cara a la transición en el país.
«En las condiciones que quedará la Cuba pospandemia, el Gobierno no tiene otra salida que encaminarse a un nuevo pacto social» con «cambios estructurales y sistémicos». Es la tajante receta pospandemia que ofrecen los autores en este caso. Y creen haber detectado la misma conciencia de esta necesidad en el Ejecutivo de Miguel Díaz-Canel, quien hace unos días afirmó que «tenemos que hacer las cosas diferentes. Haciendo lo mismo no vamos a resolverlo».
Apuesta por el cuidado
El grueso del informe se dedica, desde este punto, a desglosar una serie de medidas a corto, medio y largo plazo para la recuperación del país después del coronavirus. En lo sanitario, las propuestas incluyen la elaboración de un plan para la detección de casos y rastreo de sus contactos y medidas para fortalecer la atención primaria. Habría que reconsiderar el envío de médicos al exterior, asignar más recursos a la atención de personas mayores y elaborar un plan de seguimiento a las residencias de ancianos.
El CEC sugiere además ofrecer ayudas económicas para que la población pueda dejar de trabajar y mejorar la producción y distribución a los más vulnerables de mascarillas artesanales. Otra apuesta sería integrar en el sistema de salud las iniciativas no gubernamentales y, más a largo plazo, incorporar los cuidados como cuarto pilar del bienestar, con «legislación específica que proteja los derechos de las personas mayores», con discapacidad o sin hogar.
Desarrollar el derecho de propiedad
En cuanto al ámbito económico, más allá de cambios puntuales los autores piden que se avance en una «reforma integral y estructural del modelo económico cubano». Entre otros aspectos, este cambio de rumbo «ha de garantizar los derechos de propiedad, transformar los métodos administrativos de control por otros más horizontales, construir un mejor balance entre planificación y mercado, reformar los mecanismos de regulación estatal de la economía y poner a la persona en el centro», aseguran Dagoberto Valdés y sus compañeros.
Hasta que se den los pasos necesarios en esa dirección, a corto plazo se propone adoptar el modelo de producción agrícola de China y Vietnam, con el que Cuba «podría alcanzar la autosuficiencia alimentaria en cinco o seis años». Es también esencial «expandir el sector privado, particularmente el trabajo por cuenta propia y microempresas», para reducir el paro mientras se reduce el empleo estatal «innecesario». Por último, recomiendan medidas destinadas a facilitar la inversión extranjera.
Los autores concluyen su aportación pidiendo «abrir un debate público, libre y plural, sin exclusiones» dirigido a consensuar un nuevo pacto social que permita «reconstruir una nación libre, justa próspera y feliz donde quepamos todos».