Antes de la pandemia, TVE nos sorprendió con el lanzamiento de El cazador, un concurso en el que un grupo de concursantes anónimos debía cada tarde no dejarse cazar por el experimentado cazador, uno de esos sabios reconocibles del universo televisivo de los concursos, como por ejemplo Erundino, de Los Lobos (Boom), o Paz Herrera, de Saber y ganar, entre otros. Ahí reside buena parte de la gracia del concurso. Ahí y en el buen hacer del presentador, Ion Aramendi, que en ágil reciclaje fue aprovechado para sacar adelante un programa de confinamiento, en el que metía las cámaras en casa y sostenía el prime time con famosos y videos enviados desde un montón de balcones de España.Andan ahora, en estos últimos días de julio, tratando de relanzar El cazador, sustituyendo a los anónimos concursante por famosos y donando la recaudación a proyectos solidarios. Se puede ver a diario a las 18:45 horas en La 1. La audiencia manda (hasta en TVE), pero no deberían hacer demasiados experimentos con una gaseosa que hasta ahora ha funcionado bien como la mitad de un tinto de verano, que, sin ser un reserva, cumple más que dignamente, refresca y deja buen sabor de boca.