La Iglesia denuncia las «violaciones de derechos humanos» que sufren los pescadores
En el Día Mundial de la Pesca, el cardenal Peter Turkson, Prefecto para el Desarrollo Humano Integral, denuncia las «condiciones inhumanas» en las que trabajan muchos marinos
El cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral, denuncia en un comunicado que el sector de la pesca «está enredado desde hace demasiado tiempo en una red de problemas y desafíos relacionados con las violaciones de los derechos humanos en el mar, cuyas consecuencias se han visto exacerbadas por la pandemia de la COVID-19 y han hecho más problemática la vida de los pescadores y sus familias». El mensaje es de especial importancia este domingo, Día Mundial de la Pesca.
Turkson señala que, a pesar de los diferentes acuerdos laborales firmados a nivel internacional, «la mayoría de las veces, cuando el buque pesquero sale de las aguas tranquilas del puerto, los pescadores se convierten en rehenes de circunstancias que son extremadamente difíciles de controlar debido a las millas y kilómetros de distancia de tierra, y la tripulación está incapacitada para venir a tierra con regularidad ya que el buque no sale del caladero durante meses, si no años».
Así, el prelado denuncia que, mientras están faenando, los trabajadores «sufren amenazas e intidimidaciones por parte del patrón y los oficiales, y se ven obligados a trabajar en interminables turnos de día y de noche». Esto, señala Turkson, tiene consecuencias: «Debido a la sobrefatiga, son frecuentes los accidentes laborales. Con más de 24.000 muertes en un año, podemos definir la industria pesquera como una industria mortal». Además, «a las familias se les ofrece poca o ninguna indemnización y a los familiares de los fallecidos a menudo no se les da siquiera el consuelo de una tumba donde rezar».
Camarotes pequeños y mala comida
El cardenal añade que en muchos casos «las condiciones a bordo son inhumanas, ya que las cocinas y las despensas están sucias, los depósitos de agua están oxidados, el agua potable es restringida y la comida es de mala calidad e inadecuada». Asimismo, «los camarotes son pequeños y sin ventilación».
«Los salarios no son proporcionales al número de horas trabajadas, no se tienen en cuenta las horas extra. Y una parte del salario mensual se la queda el agente hasta el final de los tres años de contrato, con lo que los pescadores se ven obligados a guardar silencio y no quejarse a la autoridad», indica Turkson.
A veces, los barcos de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) trabajan en aguas nacionales, «debido a la falta de recursos pesqueros en las aguas internacionales y a la expansión de los nacionales». En esos casos, explica Turkson, «se producen enfrentamientos armados con los militares que patrullan las fronteras nacionales y, si se les atrapa, el barco es arrestado, se confisca la pesca, la tribulación es encarcelada y abandonada en un país extranjero por el propietario, que se niega a pagar los billetes para su repatriación y los salarios atrasados».