El arzobispo de Madrid anima a los sacerdotes a construir «la fraternidad y no la división»
«¿En qué estamos gastando el tiempo en nuestro ministerio, qué es lo que vivimos y cómo estamos caminando juntos?», los ha interpelado el purpurado este Martes Santo durante la Misa Crismal
El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha presidido este Martes Santo, 30 de marzo, la Misa crismal en la catedral de la Almudena. En ella se han bendecido los santos óleos, se ha consagrado el crisma y el presbiterio ha renovado sus promesas sacerdotales ante su pastor.
La Eucaristía ha sido concelebrada por los cuatro obispos auxiliares de Madrid, José Cobo, Santos Montoya, Juan Antonio Martínez Camino, SJ, y Jesús Vidal, así como por el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo, y el obispo venezolano Luis Armando Tineo. Junto a ellos han estado cerca de dos centenares de sacerdotes en una celebración que es «como una manifestación de comunión de los presbíteros con el propio obispo», ha señalado el cardenal Osoro en la homilía.
La vulnerabilidad ante la que ha situado al hombre la pandemia lleva a los sacerdotes, ha destacado, a repensar «¿en qué estamos gastando el tiempo en nuestro ministerio, qué es lo que vivimos y cómo estamos caminando juntos?». La situación actual es una llamada «a vivir con todas las consecuencias nuestro ministerio», una llamada «a recuperar la pasión compartida por anunciar a Jesucristo todos juntos, pero todos unidos» en una misma Iglesia –«aquí no valen opiniones apartadas»–, construyendo «la fraternidad y no la división».
En una pandemia que «nos ha situado en otro paradigma que no es el del bienestar, sino el del cuidado», el cardenal ha animado a los sacerdotes a la escucha. «Somos pastores y como Jesús sentimos la necesidad de sentarnos a escuchar», ha indicado. Y a la vez ha advertido: «Pero sepamos escucharnos entre nosotros».
Asimismo, ha agradecido a los sacerdotes diocesanos que «han sabido mirar más allá de la comodidad personal» durante este tiempo de pandemia y, en este sentido, ha recordado que «la altura espiritual de cualquier ser humano está marcada por el amor».
Sacerdotes ungidos, enviados y seguidores de Jesucristo
El arzobispo de Madrid ha propuesto a los presbíteros descubrirse ungidos, «en lo que somos»; enviados, «en donde estamos», e imitadores y seguidores de Jesucristo, «en medio de nuestro pueblo». «Sí, ungidos –ha dicho– para repartir la vida y no quedarnos con nada». Enviados para, como decía el profeta Isaías, dar al Buena Noticia, y siempre de forma alegre. «¿Es misionando como me lleno de alegría o tengo que buscar otras cosas para estar alegre?», ha preguntado, en una invitación a la reflexión.
Por último, el purpurado ha animado a ser «sacerdotes enamorados de la madre Iglesia», sin maltratarla «con opiniones personales», sin aprovecharse «del manejo indiscreto de heridas o desavenencias para lastimar o burlarse» de ella o de «algunos hermanos», sin «perder la mirada del primer amor». «Nuestro ministerio es de Jesucristo», ha aseverado. «Seamos sacerdotes que santificamos y que no nos instalamos nunca en la mundanidad», ha concluido, «que nunca concibamos el ministerio como una gestión, que no seamos autorreferenciales, que de célibes nos volvamos solteros y estériles».